SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL por FANNY JEM WONG 5

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)

POESÍA SENSUAL

Poema : Abismo
LUIS ARRILLAGA
(España, 1951)
Poema : Abismo
LUIS ARRILLAGA
(España, 1951)

ABISMO DE LUIS ARRILLAGA (España, 1951)

Es un temblor reptando por mis venas
un susurro de notas que nos trajo el olvido
te sueño con angustia despierta en cada calle
y escucho tu canción con el miedo de todos los relojes
me desespero al fin por esta muda sombra que envuelve la
distancia
caminas por el filo de las horas como boca gigante
como engullendo el mundo que todavía me odia
como odiando mis ojos que sólo ven los tuyos en el aire
tiéndeme tu mirada rescátame del fondo
sálame de esta mar enfurecida de esta horrible condena
sólo quiero tu nombre doloroso
guardar para tus manos este ramo de besos infinitos.

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)
Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…

Abro la boca para encontrar la lista de sueños que
hemos dejado a punto de saltar del tintero. Cierro
los ojos para soñar tus manos
desde entonces
desde que yo soñaba tus manos
esperándolas al anochecer
entre las palmeras y los vidrios rotos
acunados a la par del corazón.
Hace frío
tiemblan las pestañas tu invierno
saltan las madreperlas en vez de los sueños
vuelven sobre el calendario que cuelga detrás de la puerta
escribo yo este poema
pensando en acomodar nuevamente sobre el pecho
un sitio para la esperanza.

ROSARIO MURILLO      (Nicaragua, 1951)

Al filo de la mañana

En una cama en penumbras,
hay dos cuerpos tendidos.
Respiran y libremente fluyen
como el agua muy pura.
Uno al otro se vuelven, y vagan remotos
por sus propias llanuras.
Sin relojes ni prisas, habitantes de sueños
que no logran compartir,
y ambos sienten su lejanía, y al sentirla
se palpan con la mirada.
Luego acuden las manos buscadoras,
dos manos que en la cama forman algo distinto,
algo que no les pertenece, y abre
un espacio sin dueño, vivo organismo
latiendo desprendido en un enlace efímero.
Diez dedos como diez ojos quieren trazar un puente,
por el que nadie pasa ni pasar puede.
La luz del mundo duda todavía en comenzar,
y sólo es cierto, y quizá real,
el calor inseguro de sus cuerpos tendidos.

ANTÓN ARRUFAT           (Cuba, 1935)

Albedrío

Albedrío

De los escombros elige el que te guste.
Hay azules cielo despejado,
para aquellos que sueñan paraísos,
donde la luz no alcanza.
Hay verdes, como el vientre del bosque,
colmados de hojas y de alas.
Los hay rojos, como la sangre
que se vierte en cada guerra, en todo vino.
De los escombros elige el que te guste.
Hay variedad de grises olor a bruma.
El negro escondido en algún rincón de la penumbra.
El blanco páramo.
El que inventa el calor de la canícula.
Puedes llevar los colores del sol y de la flor,
acaso el lila, el magenta, el rosa.
Puedes llevar los colores de la luna y la semilla,
los oscuros colores de la tierra.
Puedes llevar el amarillo-dorado,
como el alba o la tarde,
como fruto maduro,
como ese viento que danza en los trigales.
De los escombros elige el que te guste.
Sólo tú sabes el color de tu miseria.

LUIS HERNANDO GUERRA         (Colombia)

Allí, rubio sofoco de la siesta
Allí, rubio sofoco de la siesta

Allí, rubio sofoco de la siesta…

Allí, rubio sofoco de la siesta,
allí, mujer y espiga, entre las mieses,
allí fueron tus glorias y reveses
y la amapola -el grito- de tu fiesta.
Allí supiste todo lo que cuesta
el dejarse vivir -sin que supieses
que pagabas de más, aunque te dieses
de menos- en el curso de una siesta.
Una tarde de junio, como ésta…
Si, desde allí, donde me aguardas, vieses
de aquel sol tan en alto lo que resta…
Ve, ve, desnuda y sola, en estos meses
de estío, y no en la siesta, ve a la puesta
de sol, a recordar entre las mieses.

JUAN JOSÉ DOMENCHINA       (1898-1960)

Amante fiel
Amante fiel

Amante fiel

Si fueras el pecado y su tragedia,
quien aplica tortura
o simplemente firma los papeles,
si te fueras con otro
o compartieras cama
conmigo y otros hombres,
si fueras de una secta,
monjita de clausura o esclava del Diablo,
si huyeras de mis ojos
y arropases los tuyos
con una causa injusta,
si asesinases a tus padres
o incluso a nuestros hijos,
si mintieses en todo
o fueses tan sincera
que tu palabra hiriese
como daga o venablo.

Si levantases cada minuto
un falso testimonio
sobre mí…

te seguiría amando.

LUIS FELIPE COMENDADOR    (España,  1957)

Amor…
Amor…

Amor…

Vuelves a mí como la luna de noviembre.
Diamante en el color de naranja inmadura,
inmerso en un azul de noche sin distancia.

Vuelves aleteando recuerdos, cenizas sepultadas
en la profundidad de los volcanes. Poemario
sofocado entre rabias y penas y cansancio.

Regresas entre líricos versos sin destino,
con el aliento triste y resignado
del que se sabe preso de otro aliento
imprudente, prohibido, sin reclamos.

Yo me sé pasajera de tu barco sin rumbo.
Tú te sabes huracán de mi calma y mi noche.

Te miraré en la luna, lima limón, inmadura naranja.
Recoge tú la espuma de las olas nocturnas
que hecha espuma, me esconderé en tus manos.

FANNY GARBINI TÉLLEZ ( Argentina )

Amor, amo tus claras mocedades
Amor, amo tus claras mocedades

Amor, amo tus claras mocedades…

Amor, amo tus claras mocedades,
amo, Amor, tu recinto, tu pie leve;
amo tu amor amante, que conmueve
el reino de las tiernas heredades.

Estoy amando el lirio que se atreve
a juntar dos esbeltas soledades,
al que ha sido, en la frente de la nieve,
esposo de las albas suavidades.

Te estoy amando, Amor, con el anhelo
de las torres que radian tus preguntas.
Te estoy amando, mido tu consuelo,

apresuro la herida de tus puntas
y bajo hasta las piedras de mi cielo
para mirar, Amor, tus almas juntas.

ALFREDO CARDONA PEÑA      (Costa Rica, 1917)

Ave del paraíso
Ave del paraíso

Ave del paraíso

Sos como una perdiz empollando, todo
el día en la cama; reina de la indolencia,
cuidando todo el día que no se vaya el calor.

Sacerdotisa mía, panadera,
dame esa hostia para ingresar al cuerpo
de la bondad; andariega, zapato tibio para insultar y acariciar.

Perdiz que viene volando y aterriza y queda suspendida
sobre mi corazón, como una escarapela, como una fiesta
nacional. Sal y harina. Pereza, panadera.

FRANCISCO URONDO      (Argentina,  1930 – 1976)

Canción de la voz florecida

Canción de la voz florecida

Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.

Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
habrá una pena blanca, que no será la luna.

Será una fruta alta, recién amanecida,
una fruta redonda de palabras
sonoras, como un canto:

maravilla sonámbula de un árbol
crecido de canciones, semilla estremecida
en la carne florecida del viento:
-mi voz.

FRANKLIN MIESES BURGOS         (República Dominicana, 1907 – 1976)

Clausura de lujuria
Clausura de lujuria

Clausura de lujuria

El deseo
procura archipiélagos vivos,
desmesura radiante, verdor,
sangre amazona.

Y sólo encuentra enjaulada furia.
Muslos abandonados
sin salario de espuma.

ANA EMILIA LAHITTE         (Argentina)

Como una lenta piedra
Como una lenta piedra

Como una lenta piedra

La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad

Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche sin fronteras
En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome

Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas

Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos de hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño

Soy agua derramada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.

* * * * *

Ahora quiero gritar
Contárselo a mi sombra
A los geranios

Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía

¿A quién descenderán sobre nosotros?
Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?

Piedras descenderán sobre nosotros

Pero habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.

EFRAÍN BARTOLOMÉ      ( México, 1950  )

Confesión

Confesión

Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
Es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando ausente mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta
y ese aliento esencial me sustituye.
Yo huelo a ti.

DARÍO JARAMILLO A.        (Colombia, 1947)

Dame amor, dame olvido, dame tiempo
Dame amor, dame olvido, dame tiempo

Dame amor, dame olvido, dame tiempo

Dame tu pelo, dame
su ramo torrencial de jaspe vivo.
dame tus ojos, dame
sus ópalos en llamas que lastiman.
Dame tus dientes, dame
su brillo en el clavel y su dominio
que contiene el embate de mi lengua.

Dame tu pecho, dame
la copa deleitosa de miel tibia.
Dame tu muslo de oro,
el pubis de violetas y rocío.
Dame tu boca, dame
la oreja de hostia fina,
tu garganta de pájaro celeste.

Dame tus hombros, dame
la cadera caudal y la cintura,
el árbol, la serpiente de tu espalda,
tus piernas que se queman en el frío.
Dame tus uñas, dame
su filo de navaja y media luna
en la secreta oscuridad del cielo.

Dame tus manos largas
que saben anudar tanta delicia.
Tu axila de sal dame,
tus nalgas siempre vivas.
Como el agua cantando, atardeciendo,
como el aire de nieve y aleluya
me sumiré en tu mar, hablará el fuego.

Dame el mar que te habita costa a costa
y la niña fragancia de tus islas,
la campana que tiembla en el crepúsculo,
el sonido despierto, el que anochece.
Dame luz y palabras y silencio.
Dame tiempo y lugar, dame la nada,
dame amor, dame olvido, dame muerte.

FERNANDO GONZÁLEZ-URÍZAR          ( Chile, 1922 )

De repente
De repente

De repente

De repente
se me hace extrañísimo tu nombre,
tu nombre escrito en un pupitre,
esas sílabas muertas
clavadas a la madera
entre rayas, palomas, una mosca,
una estrella, un rostro, un martillo y una hoz.
Tu nombre,
tu nombre hoy tan extraño,
alejado de ti, aquí,  perdido.
Sólo tengo tu nombre en una mesa
en medio del silencio,
solamente esos maragatos sin sentido
y todo este espacio lleno de tu ausencia.
Sólo tengo mi alma destrozada
encima de esta mesa.
Toco la fría madera: estás ausente.
No quedan
huellas de ti en estas letras suicidas,
nada de la mano que las hizo bajo su corteza
nada de ti me queda en esta mañana sin tiempo.
Por qué,
por qué ahora me es tu nombre tan extraño,
por qué semeja sólo un espantajo tuerto,
una máscara vacía colgada de la nada,
una llanura sin dios.
Por qué
ya no te reconozco en tu nombre.
Llegarás de repente y yo ya no tendré
palabras para llamrte.
Tú también sentirás que algo se está rompiendo.

PILAR PALLARÉS            (España, 1857)

Desnudo
Desnudo

Desnudo

tus ojos, lentamente,
entregan bruma o pájaros
de encendido silencio.

El mar vibra en la sombra.

tu cuerpo lentamente
se entreduerme y respira
en el centro del bosque.

La sombra se hace blanca.

en el sueño perdida,
desde los sueños surge
tu más secreta forma.

MARIO HERNÁNDEZ           ( España, 1945 )

Desnuda en la tienda
Desnuda en la tienda

Desnuda en la tienda

No era coqueta
Era fuerte.
June Jordan

Necesito ropa, dijiste. Una blusa
alegre, de color subido. Y fuimos
a la tienda. La chica que nos llevó
a los vestidores se llamaba Tula.
Te queda rico, dijo, te queda de novela.
Nos metimos las dos en esa caja,
entrábamos apenas.

Como no había asientos ni percheros
te ofrecí mis brazos.

Te sacaste el vestido, la campera,
te sacaste la blusa, las hombreras,
te sacaste el turbante, la remera,
te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,
te miraste al espejo y me miraste
y yo vi tu pecho crudo, las costillas
al aire, y después tu corazón
como una piedra, fuerte y fatal
como una piedra.

MARÍA TERESA ANDRUETTO         (Argentina)

Échale a él la culpa
Échale a él la culpa

Échale a él la culpa

¡Brindo por la mujer! ¡Quién pudiera caer en sus
brazos sin caer en sus manos!
Ambrose Bierce

A José María Alvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que en ella se enreda:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso…
y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mí sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.

VICENTE GALLEGO         (España, 1963)

El acorde
El acorde

El acorde

Estás conmigo, amor, en esta cama
que ya no estás: la asimetría,
como un diamante multiplica
la realidad: tu espacio trama
ese vacío -mas entre las sábanas
despojadas, la mente identifica
signos, la cicatriz antigua
de gestos, el olor de una gran playa
de agosto. Aquí vibra conmigo
la arena, el sol que no desciende
a las lágrimas: ¿cuerpo al que la muerte
aísla tras un muro sin sentido?
estás conmigo, amor, no busco nada
-el acorde de dos es una página.

LÁZARO SANTANA,      ( España, 1940 )

El regalo

El regalo

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
-brazo de mar de olas inasibles-

la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.

Un abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que te desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.

Como si el ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;

o dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.

en que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.

CLEMENTINA SUÁREZ        (Honduras, 1906-1992)

TU ARDIENTE Y COLORADA ESPADA POR FANNY JEM WONG

TU ARDIENTE Y COLORADA ESPADA POR FANNY JEM WONG

SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL por FANNY JEM WONG 4

SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL 4

Quisiera así olvidarte,
quisiera así poder desconocerte,
quisiera así velarte,
poder desvanecerte,
para poder volver a conocerte.
Quisiera así olvidarte,
quisiera así poder desconocerte,
quisiera así velarte,
poder desvanecerte,
para poder volver a conocerte.

POESÍA SENSUAL
Ahora que te quiero

Ahora que te quiero
ahora que te quiero todavía,
ahora que te espero,
ahora, amada mía,
burbuja de deseo, melodía

real como soñada
que bailas fantasía en el vacío,
amada, amada, amada,
jardín de luz sombrío,
tangible como estatua de rocío,

quisiera que el olvido,
sicario de la muerte vaporoso,
tu ser tan conocido,
me hiciese nebuloso
vacío, borrado, neblinoso.

Quisiera así olvidarte,
quisiera así poder desconocerte,
quisiera así velarte,
poder desvanecerte,
para poder volver a conocerte.

MARC SIL      ( España )

SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL 4
SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL 4

Al caballero de la rosa

En su abrazo yo abrazaba todas las rosas:
las rosas de la piedra y las del sueño,
las rosas del torrente y las del vino,
las furibundas rosas cinceladas
sobre el cráneo del sol, en ajetreo continuo;
las de apretada nieve, rosas, con que ciño
mi frente en un círculo de llamas;
y las implacables que coronan
la espina de la rosa;
las que disgrega el éxtasis en torno
a los banquetes del amor, y las que llueven
ceniza y agonía
sobre la faz del moribundo;
las rosas del poema y las del humo,
las rosas del rosario y las del tigre,
las invisibles rosas de mi sangre y las azules
que hará brotar mi muerte,
mi terraza barrida y la brisa de las rosas
entrando por los balaustres de la tarde;
las rosas que treparon la escalera,
y la que se prendió a la cerradura
al él cerrar la puerta;
las rosas de su sexo y de su pie
restañadas y aún tibias sobre el lienzo
alimenticio y lechal de la mañana,
las rosas del que llegó y aún no se ha ido;
en sus brazos yo las abrazaba:
la lacerante rosa aún no podada
que balancea su olvido sobre el tallo;
y la incomparable que perdura
en todo lo que fua, o pudo no haber sido;
la rosa desnuda de la rosa.

ROSARIO FERRÉ       ( Puerto Rico, 1938 )

SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL 4
¡Ah qué nidada de caricias salvajes descubrí!
¡Y qué voces intactas en tus prístinos fondos!
¡Y qué flores que se abren al tacto de mis manos!
Salvaje mía; ¡ámame así, envuélveme en tu bruma!
¡Y bebamos del manantial de esta locura primitiva!

Amor salvaje

¡Ah, qué nidada de caricias salvajes descubrí!
Guardadas en tu bosque desde el alba del mundo,
esperaban la mano que llegara a arrancarlas,
la mirada que las volcara sobre tus venas todas,
el temblor que iniciara tu espasmo y tu locura.

Vaivén en tus pupilas despertadas,
ojos que danzan al ritmo de los hombros,
larga piel en su raíz estremecida,
la ansiosa estalactita del deseo,
caracol que se incrusta en las orejas;
tus ojos súbitos, terribles. ¡Ah tus ojos!
Y locura, embeleso y más locura.

¡Pantera que se escapa, cervatilla rendida,
la sierpe envolvente de tus brazos,
abrazo de mil lianas zarpadoras,
largo césped donde los senos nacen,
ensenada candente de los muslos,
playa con la blanca tersura de tu vientre.
Y locura, ternura y más locura.

Cadencia resonante de músicas selváticas,
tambor noctambulario suena sobre tu espalda,
la flauta imperceptible del suspiro,
largos gemidos de destrozados labios,
y el grito sempiterno tan guardado,
al fin la noche rompe en agudos pedazos.
Y locura, cadencia y más locura.

Cavernas, grutas, lagos, musgos leves;
hongos colgantes, zarzas en tu boca;
frutos ignotos, zumos descubiertos;
mieses en la alborada, sed que ya se apaga;
venas que se rebelan, sangre libertada;
yegua ululante, jinete que espolea.
Y locura, locura y más locura.

¡Ah qué nidada de caricias salvajes descubrí!
¡Y qué voces intactas en tus prístinos fondos!
¡Y qué flores que se abren al tacto de mis manos!
Salvaje mía; ¡ámame así, envuélveme en tu bruma!
¡Y bebamos del manantial de esta locura primitiva!

LUIS ZALAMEA BORDA       ( Colombia, 1921 )

Amoreto V
Amoreto V

Amoreto V

Quiero ver en tus ojos el destello,
la inquietud de mi fibra, el rocío
en tus manos asidas a mi río,
el recodo en que habita lo más bello.

Quiero ser en la sangre de tu sello
hoja hueva en el vaso antes vacío,
ser, amor, tu sabor en el estío,
la delicia en el pulso de tu cuello.

Quiero andar tu sudor y tu saliva,
atreverme a probar el agua viva
que en tu beso refleja la dulzura

del estanque aromado y su tersura;
agua rauda y ardiente que cautiva
brillo de agua que colma mi hendidura.

ETHEL KRAUZE        ( México, 1954 )

Así es ella, me dije; es la alegría
Así es ella, me dije; es la alegría

Así es ella, me dije; es la alegría…

Así es ella, me dije; es la alegría
remota y honda que de pronto llega
a despejar el nudo que se debe
desanudar en la penumbra inquieta.

Noche y albor, me dije,
todo llegó a mi corazón por ella;
llegó el sabor oculto del deseo,
el presagio de ardor que en mí resuena.

Es mi cuerpo, me dije,
reconociendo su esplendor en ella,
el bosque entero de mi sangre, el pulso
y el latido secreto de su fuerza.

La imagen que conservo
de las verdes raíces de mi tierra;
ella es el tiempo mío, el del verano
en el regazo inmóvil de la siesta.

Así mismo, me dije,
es su fulgor herido en la belleza,
ella es el largo trecho recorrido
surtiéndose de entraña y sementera.

Ella es así, me dije,
callado abrigo que abrigó mis huellas,
el justo sueño que escogí en la lucha,
la libertad por la que canto es ella!

ELVIO ROMERO        ( Paraguay, 1926 )

Cada mañana
Cada mañana

Cada mañana

Cada mañana el mismo
asombro, siempre nuevo:
el ver lo natural
que es para ti tu cuerpo.

Consabidas minucias
del rito del aseo,
que imperceptiblemente
elevas al misterio.

Desde mis ajimeces
vigilo tus linderos:
revuelas como un ángel
sobre tus mismos pechos.

Tu humedad se disputan
la juncia y el espliego.
¡Ay, frescura de aljibe
y calor de sesteo!.

En mis blandas murallas
aprisionado, veo
el hábito sencillo
que tienes de tu cuerpo.

Resuelves la materia
en puro movimiento;
cada escorzo insinúa
un ritmo en el espejo.

El repetido aire
que modela tus gestos,
es en ti cristalino
pero en mí es espeso.

De tu cuello desnudo
nace un hondo venero;
de tus brazos en alto,
la mimbre de tu pelo.

Al alba, cuando mido
tu distancia, no entiendo
la natural costumbre
que es para ti tu cuerpo.

RAFAEL GUILLÉN         ( España, 1933 )

Contraespionaje I
Contraespionaje I

Contraespionaje I

no le digas a nadie que he vuelto a tus jardines
escóndeme bajo tu cuello de ángel
en tu pelo de bruma
en tus ojos de marzo

vengo huyendo hasta la piel de tus murallas
la soledad me sigue muy de cerca

ocúltame bajo tu permanente desnudez
en tu mano profunda
en tu llanto perfecto
en tu saliva sabia

preguntan quién ha subvertido este infiel corazón
sé que no me hallarán:
la luz lo ciega todo

GASPAR AGUILERA DÍAZ ( México, 1947 )

Desnudo
Desnudo

Desnudo

Su cuerpo resonaba en el espejo
vertebrado en imágenes distantes:
uno y múltiple, espeso, de reflejo
reverso ahora de inmediato antes.

Entraba de anterior huida al dejo
de sí mismo, en retornos palpitantes,
retenido, disperso, al entrecejo
de dos voces, dos ojos, dos instantes.

Toda su ausencia estaba -en su presencia-
dilatada hasta el próximo asidero
del comienzo inminente de otra ausencia:

rumbo intacto de espacio sin sendero
al inmóvil azar de su querencia
¡estatua de su cuerpo venidero!


MARIANO BRULL    ( Cuba, 1891 – 1956 )

El beso
El beso

El beso

Se iluminó la estancia de una venusta gracia
cuando acerqué a tu boca la mía temblorosa,
mientras por tierra y cielo relampagueó mi audacia
cortándole a la vida su más intacta rosa.

¿Qué jugo, di, qué jugo el corazón invoca
tiene como tus labios tan íntimos dulzores?
Mujer, dime: ¿Qué abejas buscaron en qué flores
las mieles trasegadas al panal de tu boca?

¡Oh, beso! con la gloria de tu emoción celeste
-comunión de alma y boca, brasa y diafanidad-
abriste en el más puro de los espasmos: Este,
a nuestro barro efímero rutas de eternidad.

Tu labio, jardín donde la fiebre es jardinera;
botón de calentura mi labio nunca ahíto,
fundiéronse en las llagas de la inmortal hoguera
para beberse juntos de un beso el infinito.

FLAVIO HERRERA  ( Guatemala )

El convite
El convite

El convite

Lo que hallaste en la mesa, justamente,
no fue sino el sabor de mi ternura;
un fruto sabio, un pan sin amargura,
y el agua de la vida allí presente.

Junté las manos y elevé la frente
para darte el amor, en la clausura
del corazón recóndito; en la albura
de la mesa ofrecida humanamente.

Toma de este manjar y que este vino
sea, en el dulce vaso diamantino,
la primera señal de nuestra alianza.

Yo soy la vida y tú el amor. Y el fruto
del encarnado amor, en el minuto
cuajó la eternidad de su esperanza.

GERMÁN PARDO GARCÍA     ( Colombia, 1902 – 1991 )

ABRAZO
ABRAZO

El lunar

Ni el candor de tu rostro, que revela
que tu sensible corazón dormita,
ni tu mórbido seno que palpita,
ni tu inocente gracia que consuela;

ni tus brillantes ojos de gacela,
ni tu boca de grana, urna bendita
donde un beso parece que se agita
cual mariposa que vagar anhela,

inspiran más al alma enamorada,
por tus encantos celestiales loca
ya tu yugo hace tiempo encadenada,

que ese lunar que a adoración provoca…,
¡pequeña, fugitiva pincelada
que el Amor quiso dar junto a tu boca!

NICOLÁS AUGUSTO GONZÁLEZ       ( Ecuador )

El secreto
El secreto

El secreto

A orillas de la fábula, secretamente mía,
desde el árbol de sangre donde nace el latido
que se asoma a tu pulso, tu lengua, flor mojada,
era un sésamo oculto para el paisaje mórbido
de tu floral desnudo, desgajado en pudores
y amorosas laderas silvestres, en la sombra
de tus senos en vilo, colmenas del enjambre
cuyo vuelo guiaba el beso más antiguo.

Sempiternas colinas con pétalos y zumos,
el sí y el no acertaban, dudoso de tu aroma;
áureo botín de besos, acosadas axilas,
fugacísima imagen traída en tus relámpagos,
abriéndome entre lirios palomas y moluscos.

Y tú, ya casi un claro de luna en tus pestañas,
arcángel sin edad eras sencillamente.
Y acueducto sin lluvia, la luz del arco iris
nos volcaba el secreto flamígero del beso,
la soledad abriendo a nuestras almas juntas
donde las aves urden sus alcobas de trinos.

¡Oh amada mía! Siempre tu inaccesible cumbre;
y ya en ti, me despeño virgíneamente tuyo,
cuando el aire y el río te huelen desde cerca
el tatuaje invisible de la piel de tu aroma.

Y entonces, voy bajando por la rampa del grito,
del fulgor y la piedra, del viento y de la nieve;
ave soy rubricando con el vuelo las cumbres;
Ángel Caído soy recluido en tus ojos,
mordiendo en tu cabello sus pendulares frutos,
desplegando en mi torso su funeral bandera,
tu ardiente cordillera midiendo con mis brazos…
Con mi equinoccio envuelvo tus claros hemisferios
de antípodas caricias, cuando exploran mis besos
la tibia sangre nómada de tus venas azules.

La luna era el ex-libris del éxtasis nocturno,
tallo de flor nacido de tu propia semilla,
soledad sin los árboles que sostienen el cielo,
la delicia ignorando de beber en tu lengua,
como la piedra ignora el lenguaje del pájaro.

Si el beso no era un símbolo creado en tu homenaje,
su corola en tu hálito tuvo pétalos dulces
para impregnar la tierra con mieles suficientes
cuyo dulzor brotaba de la raíz del mundo.

Te conocí en el lecho mineral del planeta,
mientras tú apaciguabas la luz en la montaña…
Cósmicamente mía… Norte, Sur, Este, Oeste,
nupciales, cuatro vientos te velaban el sueño.

ADRIANO DEL VALLE     ( España, 1895 – 1957 )

El umbral
El umbral

El umbral

Mírala aquí delante.
Es la playa donde empieza el extraño
mar de la realidad. Toma su mano breve
y déjate llevar sin preguntar.

Esta mirada clara
ya la habías soñado; este cabello
rubio tiene la luz de tu ilusión más niña,
y, sin embargo, nada se parece.

No te sirve, ahora tienes
que comenzar por la primera letra.
Anda, llama a tus sueños, amánsalos, resígnalos
a fermentar ya hacerse de verdad.

Y tú, sal de tu miedo
antiguo, corazón, pasa el umbral
sin agacharte, ten valor para la dicha,
acepta la hermosura; ya eres hombre.

Échate a las espaldas
tu cariño empeñado en ser amor,
tu ceguedad, tu mundo; toca a Dios en su peso,
única voz que de El podrás sentir.

Anda, obedece y calla,
porque para eso fuiste siempre niño
bueno y sumiso; haciendo la costumbre y el símbolo
de esta nueva obediencia más profunda.

Sí, ahora eres digno
de la vida. Hasta ella te ha elevado
tu soñar doloroso de adolescencia, como
una oración que pide lo que ignora.

Y no por prepararte
-ya ves todo qué extraño, qué distinto-,
sino por esa gota de nobleza en los ojos
con que vas a aprender la realidad.

JOSÉ MARÍA VALVERDE       ( España, 1926 )

Elegía sin nombre
Elegía sin nombre

Elegía sin nombre

Mas ¿que importan a mi vida las
playas del mundo?
Es ésta solamente quien clava mi
memoria
Luis Cernuda

Descalza arena y mar desnudo.
Mar desnudo, impaciente, mirándose en el cielo.
El cielo continuándose a sí mismo,
persiguiendo su azul sin encontrarlo
nunca definitivo, destilado.

Yo andaba por la arena demasiado ligero,
demasiado dios trémulo para mis soledades,
hijo del esperanto de todas las gargantas,
pródigo de miradas blancas, sin vuelo fijo.

Se hacían las gaviotas, se deshacían las nubes
y tornaban las olas a embestir a la orilla.

(Tanta batalla blanca de espumas desatadas
era para cuajar en una sola concha,
sin imagen de nieve ni sal pulida y dura.)

El viento henchía sus velas de un vigor invisible,
danzaba olvidadizo, despedido, encontrado
y tú eras tú.
yo aún no te había visto.

Hijo de mi presente -fresco niño de olvido-
la sangre me traía noticias de las manos.
Sabía dividir la vida de mi cuerpo
como el canto en estrofas:

Cabeza libre, hombros,
pecho,
muslos y piernas estrenadas,
por dentro me iba una tristeza de lejanas
de extraviadas palomas,
de perdidas palabras más allá del silencio,
hechas de alas en polvo de mariposas
y de rosas cenizas ausentes de la noche…
Girasol en los sueños: aún no te había visto.
Imán. Clavel vivido en detenido gesto.
Tú no eras tú.

Yo andaba, andaba, andaba
en un andar en andas más frágil que yo mismo,
con una ingravidez transparente y dormida
suelto de mis recuerdos con el ombligo al viento…
Mi sombra iba a mi lado sin pies para seguirme
mi sombra se caía, rota, inútil y magra;
como un pez sin espinas mi sombra iba a mi lado,
como un perro de sombras
tan pobre que ni un perro de sombras le ladraba.

¡Ya es mucho siempre, siempre, ya es demasiado
siempre
mi lámpara de arcilla!
¡Ya es mucho parecerme a mis pálidas manos
y a mi frente clavada por un amor inmenso,
frutecido de nombres, sin identificarse
con la luz que recorta las cosas agriamente!
¡Ya es mucho unir los labios para que no se escape
Y huya y se desvanezca
mi secreto de carne, mi secreto de lágrimas,
mi beso entrecortado!

Iba yo. Tú venías,
aunque tu cuerpo bello reposara tendido.
Tú avanzabas, amor, te empujaba el destino,
como empuja a las velas el titánico viento
de hombros estremecidos.

Te empujaban la vida, y la tierra, y la muerte
y unas manos que pueden más que nosotros mismos:
unas manos que pueden unirnos y arrancarnos
y frotar nuestros ojos con el zumo de anémonas…

La sal y el yodo eran; eran la sal y el alga;
eran, y nada más, yo te digo que eran
en el preciso instante de ser.
Porque antes de que el sol terminara su escena
y la noche moviera su tramoya de sombras,
te vi al fin frente a frente,
seda y acero cables nos tendió la mirada.
(Mis dedos sin moverse repasaban en sueños
tus cabellos endrinos.)

Así anduvimos luego uno al lado del otro,
y pude descubrir que era tu cuerpo alegre
una cosa que crece como una llamarada
que desafía al viento,
mástil, columna, torre, en ritmo de estatura
y era la primavera inquieta de tu sangre
una música presa en tus quemadas carnes.

Luz de soles remotos,
perdidos en la noche morada de los siglos,
venía a acrisolarse en tus ojos oblicuos,
rasgados levemente,
con esa indiferencia que levanta las cejas.

Nadabas,
yo quería amarte con un pecho
parecido al del agua; que atravesaras ágil,
fugaz, sin fatigarte. Tenías y aún las tienes
las uñas ovaladas,
metal casi cristal en la garganta
que da su timbre fresco sin quebrarse.
Sé que ya la paz no es mía:
te trajeron las olas
que venían ¿de dónde? que son inquietas siempre;
que te vas ya por ellas o sobre las arenas,
que el viento te conduce
como a un árbol que crece con musicales hojas.

Sé que vives y alientas
con un alma distinta cada vez que respiras.
Y yo con mi alma única, invariable y segura,
con mi barbilla triste en la flor de las manos,
con un libro entreabierto sobre las piernas quietas,
te estoy queriendo más,
te estoy amando en sombras,
en una gran tristeza caída de las nubes,
en una gran tristeza de remos mutilados,
de carbón y cenizas sobre alas derrotadas…

Te he alimentado tanto de mi luz sin estrías
que ya no puedo más con tu belleza dentro,
que hiere mis entrañas y me rasga la carne
como anzuelo que hiere la mejilla por dentro.
Yo te doy a la vida entera del poema:
no me avergüenzo de mi gran fracaso,
que de este limo oscuro de lágrimas sin preces
naces -dalia del aire- más desnuda que el mar,
más abierta que el cielo;
más eterna que ese destino que empujaba
tu presencia a la mía,
mi dolor a tu gozo.
¿Sabes?
Me iré mañana, me perderé bogando
en un barco de sombras,
entre moradas olas y cantos marineros,
bajo un silencio cósmico, grave y fosforescente…

Y entre mis labios tristes se mecerá tu nombre,
que no me servirá para llamarte
Y lo pronuncio siempre para endulzar mi sangre,
canción inútil siempre, inútil, siempre inútil,
inútilmente siempre.

Los pechos de la muerte me alimentan la vida.

EMILIO BALLAGAS      ( Cuba, 1908 – 1954 )

En medio de a noche
En medio de a noche

En medio de a noche

En medio de la noche
te desvelas
y adivinas mi rostro dormido.
Apoyas tu boca sobre mi frente,
dejas, como al descuido,
tu mano sobre mi pecho,
hasta que nuestros latidos se acompasan.

En medio de la noche,
hostil y oscura,
me guardas,
estremeciéndote a cada
movimiento que hago,
hasta que, femenina y desvalida,
te quedas soñando
como un ángel cansado.

Por la mañana
tengo una alegría que me vive
todo el día, que me asiste
todo el día, sin saber
a qué se debe,
por qué nace.

JOSÉ BATLLO        ( España, 1939 )

Del pecado de amarte no estoy arrepentida
Del pecado de amarte no estoy arrepentida

Del pecado de amarte no estoy arrepentida…

Del pecado de amarte no estoy arrepentida,
aunque un oscuro abismo nos separe a los dos,
en tanto que risueña te doy mi despedida,
mis ojos se iluminan para decirte adiós.

No nos debemos nada. Tú me diste tu boca
limpia como el agua fresca del manantial;
y te enlacé en mis brazos, amorosa y sensual,
y apagué en la cisterna mi sed ardiente y loca.

Peregrinos errantes, nuestra ruta seguimos.
Si dos sendas opuestas al azar elegimos,
¿por qué nos rebelamos con violenta actitud?

ROSARIO SENSORES       ( México )

Dura el amor mientras las cosas duran
Dura el amor mientras las cosas duran

Dura el amor mientras las cosas duran…


Dura el amor mientras las cosas duran,
mientras callan las cosas o vierten un rumor a nuestra espalda.
mientras el polvo que pobló las cosas
guarda en su olvido el hueco de una mano.

Esta mano de amor que fue penumbra,
tierra oculta que no te conocía,
navega hoy en tu piel como un gesto que tienes,
como un color del día trae tus pasos aéreos.

Una isla viajera invita tu mejilla
y en tus ojos pasean dos ansias de la noche.

Cuando llego a mi casa,
que un corazón llenó de cosas mudas,
allí encuentro esta mano que en tu calor se quema.

«De La invisible memoria del invierno»

JOAQUÍN SÁNCHEZ VALLES        ( España, 1953 )

El espejo
El espejo

El espejo

Me instalo frente a ti, miro tus ojos
y vigilo el espacio donde tu voz me busca.
Me estremece el dolor del encuentro imprevisto,
la sed con que te acercas al borde de mi sombra,
el hueco que descubres en la luz de mi espejo.
La soledad me arropa. Sólo en la noche existo.
Y nunca me detengo sobre el mismo minuto
en el que tú te apoyas para seguir llamándome.
Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste
del idioma heredado. Cuéntale a las palabras
las historias oscuras que sólo tú conoces;
diles cómo te asusta mi presencia y mi odio,
cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida.
A veces, en el centro mismo de tu pregunta,
me reconozco y corro hacia otra oscuridad:
es amargo encontrar al final de un abrazo
mi propio grito erguido y mi propio deseo.
Por eso me divido, me desdoblo y me hundo
en heridas distintas: me da miedo encontrarte.
Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas
saben a mí, y me escuece el recuerdo adherido
al tiempo conciliado, al tiempo único
en que la conjunción habitó nuestras sangres.

De «Maneras de estar solo»

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO          ( España, 1948 )

Ella
Ella

Ella

Ella está hecha a semejanza de las cosas que amo.
Se parece a la noche,
o mejor: a una noche sin ausencias.
Ella es exacta.
Cuando la noche escurre, su cuerpo se humedece.
Me permite trepar por mis temblores
y agitar su nombre desde la oscuridad.
Ella es irrepetible.
Nació en las piedras donde empieza mi desorden.

EDUARDO LANGAGNE    ( México )

En un cuarto de hotel

En cuartito de hotel lindo y desconocido:
-horizontes azules, focos esmerilados-,
en donde entramos juntos, absortos y turbados
por el fiero imposible que habíamos vencido.

El me besó en la boca, y le entregué rendido
mi cuerpo frágil, dulce, deseoso y extenuado….
¡Oh reposo indecible después de lo pasado!
¡Oh delicia inefable después de lo sufrido!

Yo no sentí rubor de mi carne desnuda.
La dicha me ahogaba como una mano ruda
y el cristal de mis ojos se enturbiaba de llanto,

mientras él de rodillas, con sus besos furtivos,
abrazaba el marfil de mis pies sensitivos
con la fiebre ardorosa de su boca de santo.

MARIA MONVEL    (Chile, 1899 – 1936)

Erótica

Cayó sobre tu espalda
la llama de tu pelo,
y quemó la blancura
su ondulación de fuego.

Entre los áureos rizos,
por el amor deshechos,
yo vi calientes, húmedos,
brillar tus ojos negros.

Sin desmayar, erguidos,
redondos, duros, tersos,
temblaron los montones
de nieve de tus pechos.

Y de amor encendida,
estremecido el cuerpo,
con amorosa savia
sus rosas florecieron.

El clavel de tus labios
brindaba miel de besos,
y fue mi boca ardiente
abeja de sus pétalos.

De la crujiente seda,
que resbalara al suelo,
emergió su blancura
tu contorno supremo.

Y al impulso movido
de ardoroso deseo,
se cimbró entre mis brazos
y quedó prisionero.

Me abrasaban tus ojos.
Me quemaba tu aliento.
Y apagó las palabras
el rumor de tus besos.

ENRIQUE DE MESA    ( España, La posada  1928)

Es difícil decirlo
Es difícil decirlo

Es difícil decirlo A Magdalena

Es difícil decirlo,
lo sé con la certeza de un puño que se rompe,
del gesto torrencial que une ciertas estrellas.

Quiero saber por qué a pesar de todo
hay ritmos que se agotan,
en qué consiste el agua,
la delgadez del mundo y el peso del plomo,
o por qué las palabras se han quedado colgando
sonámbulas, inútiles, aisladas y perfectas.
Es difícil decirlo sin morderse por dentro la sonrisa,
sin necesitar la absoluta densidad del cielo.
Sin pedir a gritos un horizonte de agua que nos transmita dulcemente.

A veces extenderse es tan sólo tocar un mundo que no arde,
o un conjunto de dioses que interpretan su música de vidrio
sonando eternamente a girasol ya piedra.
Tu explosión necesaria, tu pulso original
es un acantilado de ternura,
un punto de partida donde volver a hundirse
hacia tu brevedad de mujer de gato.
Porque es inevitable referirte una vez más al agua,
a la perfecta serenidad de tus manos abiertas,
al geométrico crepúsculo de tus dedos transparentes.

Mujer de arcilla yagua, planeta desnudísimo.
Lo demás sólo es cielo.
                                        Déjame hablar,
hundir las lanzas largas de la noche,
ser una arquitectura de ceniza.
Lo demás sólo es cielo, es inútil el mar contra las cosas,
la sal contra las cosas. En las tardes,
inevitablemente nos perdemos de tanto perseguir las longitudes,
de tanto juntar barro con el barro. No te rompas.
Defiende tus espacios, despedaza tu sangre por la tierra.
No hay más que cielo detrás de las batallas.
También la luz a veces se parte como un hueso.

MIGUEL SÁNCHEZ GATELL          ( España, 1965 )

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Poemas de mis libros EL PASO DEL TIEMPO. Incipit editores (2007). LA MUERTE SIEMPRE CONCLUYE SU TRABAJO (2008). LAS DIOSAS OCULTAN SU SEXO DETRÁS DE LA LUNA (2009) VIVENCIAS, MENTIRAS Y ALGÚN MATIZ UTÓPICO (AÑO 2009)

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