SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL por FANNY JEM WONG 3

POESÍA SENSUAL

JOSÉ LUIS DÍAZ  ( España, 1960 )
JOSÉ LUIS DÍAZ             ( España, 1960 )

Pasión de encuentro

Espero tu cuerpo y tus dientes
con la vehemencia de las palomas,
espero tu sueño y tu reloj parado
justo en la palma de la risa,
espero tu boca, tus muslos, tu cabellera
lisa e infinita cuando no ríes o cuando no lloras,
espero tus procelosas manos y tu vientre ágil
como las golondrinas,
espero tus pies de luz, descalzos de ciudad,
espero tu silencio y el sonoro vaivén de tus labios.
Mar , déjame recordarte como entonces,
como siempre,
con la ceniza en mis ojos
y mirarte ahora que la tierra toda me rodea
y se me sube hasta los hombros,
como siempre, sábado y rocas grises,
espero volver a tus olas
y que me devuelvas como un tren mi abrazo
y que me dejes ver tus estrellas más profundas.
Tú llegabas, risa de las aguas…

De “Los pasos de la ceniza”

JOSÉ LUIS DÍAZ             ( España, 1960 )

EFRÉN REBOLLEDO ( España, 1877 – 1929  )
EFRÉN REBOLLEDO ( España, 1877 – 1929  )

Posesión

Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abriste en mi pecho tu semblante
que tiñó el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste, palpitante,
las puertas de marfil de tus hinojos.

Me diste generosa tus ardientes
labios, tu aguda lengua que cual fino
dardo vibra en medio de tus dientes.

Y dócil, mustia, como débil hoja
que gime cuando pasa el torbellino,
gemiste de delicia y de congoja.

EFRÉN REBOLLEDO     ( España, 1877 – 1929  )

VALENTÍN ARTEAGA  ( España, 1936 )
VALENTÍN ARTEAGA         ( España, 1936 )

Pudor

Un pudor casi en cueros va envolviéndote
todo el cuerpo en el rostro en este instante
de música o de río. Son tus ojos
una playa en el sol; desvistense
a contraluz los dientes, el flequillo
resonando en las cejas. Y sonríes
qué pensamientos, árboles, tal como
un relámpago en sombra junto al mar
de la memoria ahora desnortara
las barcas de la tarde. Está desnudo
el cosmos en tu rostro. Por las olas
de tus mejillas, aire detenido,
respira la emoción, fruta el ambiente
un perfume de albatros, un mareo
o un imán de qué lluvia. Te he encontrado
perforando el poniente. El cuello es
dulcísimo arrecife, un archipiélago
de ternura el mirarte, bienvenida
tu existencia a esta orilla del silencio
mojado entre tus labios. Ah, tu boca…
Ah, quédese por siempre dibujada
en mitad del paisaje -sed en línea-,
del horizonte lleno de deseos
desvistiendo tu estío. No te muevas.
Tu rostro es esencial. Tienes la magia
del perfil del ensalmo, todo el cuerpo
hasta tu cara irrumpe como un río
del que yo fuera afluente interminable.

“De Un rostro va en su música”

VALENTÍN ARTEAGA         ( España, 1936 )

LUIS GARCÍA MONTERO  (España, 1958)
LUIS GARCÍA MONTERO     ( España, 1958 )

Recuerdo de una tarde

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.

LUIS GARCÍA MONTERO     ( España, 1958 )

NIRA ETCHENIQUE ( Chile )
NIRA ETCHENIQUE ( Chile )

Sin amor

Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras dibujado con tu mano cabal
la mansedumbre de mi cuerpo,
si me hubieras asaltado en silencio,
como el agua,
si hubieras venido a mí como un sonámbulo,
todo pulso, y calor, y piel, y lengua.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
esta noche,
esta noche tan amarga
me sería más fácil caminarla.
Caminarla sin ti que estás mordido
como pan de vagabundo en la ventana,
caminarla sin ti, que te has herido
como pájaro de vientre prolongado.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras llegado con tu hoy
simple y rotundo como un cero
y nada más, y nada de tu ayer y tu castigo,
y tu culpa y tu viejo carro uncido.
Si me hubieras penetrado sin palabras
solo y único, en silencio, acorazado.
Si me hubieras medido con tu carne
con la boca afirmada a la moneda,
si me hubieras logrado sin hablarme….
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si solo hubieras descendido oscuro
y anónimo y feroz y enmudecido,
qué fácil caminar por esta noche
de ciudad dilatada en bocacalles.
Qué fácil detenerte en las esquinas
y en las manos que juegan a ser rosas
sobre el límpido cristal de las vidrieras.
¡Qué fácil el otoño y el olvido!

NIRA ETCHENIQUE    ( Chile )

CARLOS PEZOA VELIZ ( Chile, 1879 – 1908 )
CARLOS PEZOA VELIZ ( Chile, 1879 – 1908 )

Tienes ojos de abismo, cabellera…

Tienes ojos de abismo, cabellera
llena de luz y sombra, como el río
que deslizando su caudal bravío,
al beso de la luna reverbera.

Nada más cimbrador que tu cadera,
rebelde a la presión del atavío…
Hay en tu sangre perdurable estío
y en tus labios eterna primavera.

Bello fuera fundir en tu regazo
el beso de la muerte con tu brazo…
Espirar como un dios, lánguidamente,

teniendo tus cabellos por guirnalda,
para que al roce de una carne ardiente
se estremezca el cadáver en tu falda…

CARLOS PEZOA VELIZ     ( Chile, 1879 – 1908 )

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía
Todo me gusta en ti, mi alma te ansía

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía…

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía:
porque eres más divina que una santa.

Me gusta el alocar de tus cabellos,
la eterna rebeldía que hay en ellos;
me gusta la locura de tu risa,
de esa risa más franca que la brisa;
me gusta el terciopelo de tus ojos
y la lujuria de tus labios rojos…

Todo me gusta en ti, todo me encanta;
la tersura sin par de tu garganta,
el bello naciente de tus senos
ánforas que el placer mantiene plenos.

Y aquellos dos botones excitantes
que besaron mis labios lujuriantes
cuando abatí, rendido, mi cabeza
rezando ante el altar de tu belleza.

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía;
pero… una cosa tuya me quebranta;
tu excesivo flirteo en Galathea,
tu morbosa ansiedad de hacer que crea
todo aquel que te ve y que te admira,
que es tu amor hacia mí, pura mentira;
un amor que resurge en el ocaso
de otro amor que finó con el fracaso.

Todo me gusta en ti, pero es en vano
que ponga sobre ti un cariño humano…

Nos separa un abismo: el de tu vida,
una vida de orgía indefinida
y un amor: el amor al que diste
lo que, acaso, tú nunca presentiste.

Todo me gusta en ti; mi alma te ansía:
si algún día pudiera hacerte mía
¡cuánto yo te amaría!

RAÚL DEL REAL   ( México )

Tu aroma me persigue
Tu aroma me persigue

Tu aroma me persigue…

Tu aroma me persigue.
¿Qué le explico al alma
cuando la sangre
se nos va en urgencias?
Cómo le digo
que no está bien
ni es bueno,
a esta altura,
permitirse sentir.
¡Como si fuera fácil
poner bridas al fuego,
frenar el mar
o acallar los truenos!
En este punto, pues,
alma querida
que moviste todos los resortes,
calla.
Calla.
No pongas en mi boca
palabras de locura.
La pluma, silenciosa,
trasuntará la angustia.
Tu y yo, alma, sabremos el secreto.
Ni siquiera él compartirá la bruma,
ni conocerá nunca
la medida justa
del dolor de querer, con toda el alma.
Sin respuesta, sin luz,
sin esperanza.

ROSA TENEBAUM      ( Argentina )

Vivir o naufragar
Vivir o naufragar

Vivir o naufragar

Déjame que me acerque a ti
a mojarme en tu piel,
en el olor
de tu voz, pues ya quiero
vivir o naufragar de muerte tuya.

Déjame
decir para que no
me entiendas las palabras,
igual que el mar no sabe
de vientos.

Déjame
dejarme junto a ti:
que yo me ahogue
en la luz de tus hombros,
haga pies
por donde tu cintura.

Déjame
beberme el mar,
amar el mar,
al abra de tus ojos.

Déjame
dejarme estar, bien hondo,
allá donde solemos,
donde no
se oye la brisa siempre.

Es cuando veo
caer un arco iris, levantarse
un pozo de tus manos.
O, como suele ser,
cierras el mundo
y sólo hay mar.

Un río
somos los dos, andamos
para que yo me hunda
en tus innumerables
olas,
pasamos juntos
por el solo paisaje
que se nos vive.

Déjame
cortar todos los árboles.

ÁNGEL CRESPO    ( España, En medio del camino 1971 )

Y que venga la noche
Y que venga la noche

Y que venga la noche

Regálame la risa de tus ojos,
la tenue luz de tu sonrisa,
y el milagro de tu nombre
en mi boca.

Regálame la humedad de tus besos,
el tibio manto de tu abrazo,
y el mar embravecido de tu cuerpo
junto al mío.

Regálame el amanecer de tus pasiones,
el espejo frágil de tus lluvias,
y tu inocencia hecha mujer
con mis caricias.

Regálame tu amor
amor
y que venga la noche…

CARLOS ENRIQUE UNGO      ( El Salvador, 1963 )

Y yo te amaba
Y yo te amaba

Y yo te amaba

Y yo te amaba
antes que el rocío
cayera como lágrima en la tierra,
antes de que los campos
se inundaran de luz en la mañana,
antes que la materia
sacudiera el silencio
al revelar su signo.
Y yo te amaba desde siempre
y te buscaba en la espiral del tiempo:
en cada Edad y en cada círculo
del porvenir incierto,
a través de la lluvia y de los mares,
a través de la sombra y del abismo,
a través de mi grito y de mi sueño.

En las calladas noches
esperaba tu barco
para que anclara un día
sobre mi corazón de fuego.
Y vencedor llegaste, desatado,
a mi sedienta isla
con esa magia que te ha dado el tacto.
¡Oh sitiador violento
de todos mis caminos!
Y vencedor llegaste perforante,
a turbar el silencio
de mi febril espera.
Y a mí viniste,
vertiginoso río,
sobre mis valles y montañas
a destrenzar los vientos
y a despertar los pájaros del sueño.
Y a mí viniste
con resplandor de estrella
hombre de musgo y de metal oscuro,
una pirámide, un templo
alzose con tu imagen.
Fundiste entre mis aguas
tu rostro de granito.

Ahora la esperanza
como sedosa hiedra
ha subido segura por mis huesos.
Hay un incendio
de amor sobre mi pecho:
crecen las llamas de mi propia brasa.
Agitaste las pasiones
sobre el tendido valle de mi cuerpo:
vivió el calor la luz;
el vino de mi sangre derramose
en ondulante río,
crecieron las rosas del silencio
y un vendaval de ruiseñores
cantó la Primavera…

Por tu cuerpo de miel
sonríe un mundo musical,
de extraña aurora:
entretejidos sueños para el hombre
que vuelca su esperanza
en colectivos rostros.
Acaso en uno de tus puertos
quedóse un jeroglífico
quizás indescifrable…
Hay un cristal azul sobre tu pecho
que refleja otra patria y otro siglo,
un vuelo de palomas por tus manos
y un olor a limón en tus colinas.
Eres la tierra
el rumor intacto
el agua transparente y la poesía.

Quisiera estar contigo
temblante cada noche
-gacela herida a tu costado-
donde siempre el silencio
tendiera ya sus alas.
En la callada pieza,
y se duermen los ecos y los ruidos;
cuando el gemir yacente no te puebla
y se quedan tus labios apagados
-amortajadas rosas del silencio-
tus poros brotan un sudor tranquilo
que va cayendo de tu piel oscura
como rocío de la noche inmensa:
quedando florecido
el trébol soledoso de mi cuerpo.

Hoy pudiste conducir
tu deseo hacia mis muros,
sumergirte gozoso
en los ocultos mares de mi gracia,
hombre de sed, de húmedo tacto,
descubridor de mis sentidos,
buceador en las aguas
de mis ríos lentos.
Tuyo es mi barro
con su antigua leyenda
de palpitantes sueños
y tuyo mi destino
de sinuosos cauces.

No me dejes a solas
con el roto silencio
y con la inocencia perdida.
No me dejes a solas
como temblante estatua
en luminoso fuego.
No me dejes en sonoroso
marea amurallada
en este laberinto de la vida.
Deja que mis ojos se sequen
de mirarte siempre
y mis palabras giren
llenas de júbilo
para buscar el viento.

LILIAM JIMÉNEZ      ( El Salvador, 1922 )

Al otro lado de mi voz
Al otro lado de mi voz

Al otro lado de mi voz

Sola. Al otro lado
de mi voz distante.
Por tus labios tus ojos
desazón, mar de espejos
pronto a quebrar
en infinitos vidrios.

Raudas mensajeras
febril anidas. Manos
blandas del aire, albas.
Celaje tu boca, trémula.
Te viertes plena
como en mis brazos.
¡Ah vastedad
rasgada por un beso!
Enervas las palabras
hasta la ausencia. Verso
blanco, viento.
                           Callas
y dices de ti más
que un enjambre de verbos
diluyéndote.

Adagios, cálices.
Contigo al otro lado
de mi voz distante.

De «A este lado del alba»

BASILIO SÁNCHEZ              ( España, 1958 )

Algún día
Algún día

Algún día

Algún día te escribiré un poema que no
mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros,
sin fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.

Algún día te escribiré un poema que se limite
a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas;
algún día escribiré un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto de mi dicha.

DARÍO JARAMILLO A.     ( Colombia 1947 )

Amé su cuerpo entonces
Amé su cuerpo entonces

Amé su cuerpo entonces

Amé su cuerpo entonces y su alma.

Su piel fue para mí la tierra firme;
la soñé como un sexto continente
no registrado en mapas todavía.

Soñé con la bahía de su boca.

Su pelo era una selva virgen
que abría su misterio mineral y oscuro.
Soñé con las ciudades de sus pechos.

Los ríos de las venas que afloran en su piel
eran rutas abiertas
a la navegación y al gozo.

Se podía viajar en su mirada.

En las blancas llanuras de sus manos
yo cultivé el maíz y buenas relaciones.

Después no pude estar sino en su cercanía.

OTTO RAÚL GONZÁLEZ      ( Guatemala,  1923 )

Amor sádico
Amor sádico

Amor sádico

Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, sin embargo el beso
de la repulsa nos unió al instante…

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante;
ya no te amaba, y me turbé no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!

JULIO HERRERA Y REISSIG    (Uruguay, 1875-1910

Canción marina en el pinar
Canción marina en el pinar

Canción marina en el pinar

Te conocí en el vértice nervioso de una ola,
en la frontera móvil entre el ave y la sal,
entre el astro y el pez. Estabas sola,
centrando la ondulante soledad.
Estabas a media agua, a medio día,
a media nube, a medio caracol.
Abril andaba por la sangre. Ardía
a media primavera el corazón.
¡Qué ruda tiranía
ejercitaba el sol sobre la arena,
sobre tu piel y sobre mi ansiedad!
Contra los bravos músculos del día
«por saborear tu juventud morena»
luchaban los instintos famélicos del mar.
Tus senos, a media alga, a media brisa,
eran proas gemelas a medio navegar;
al aire: eran las aves bebiéndose tu risa;
al agua: eran tus muslos mordidos por la sal.
Como nacen las olas, como los vendavales,
entre las olas estalló el amor.
¡Urgencias del paisaje marino! Los rivales
éramos tres: el mar, el sol y yo.
Después… hacia la tarde y hacia los cocoteros
y hacia tus labios llenos de arena y de sabor…
¡Ah las caricias anchas y densas como esteros
y la sangre en función de mar y sol!
¡Ah los besos salobres, los besos minerales,
y el amor con urgentes costumbres de alcatraz!
¡Ah el amor que se tuesta sobre los litorales
y los besos piratas, sabrosos como el mal!
Nuestro amor es marino, y hoy viene hasta la tierra,
hasta la arisca entraña del pinar;
hoy me hallas en la giba vegetal de mi sierra
( ¡qué de aquel sol y de aquel mar!)
y los labios se buscan…Más…¡espera!…¡Tu risa
ya no es como el oleaje ni como el vendaval,
ya no sabe enredarse como alga tu caricia,
ya los besos perdieron su sabor mineral!
Aquí el amor es arroyuelo y trino,
y clorofila y miel,
y trepa en los peñascos como el pino
y tiene olor a fruto montañés.
Aquí el amor se nutre de gredas y resinas
y es hermano del lirio y del panal.
Los besos son como esas abejas inquilinas
de los robles eternos. Como orquídea y zorzal…
Pero….ese es otro amor. El tuyo es extranjero
en la sierra. No vive sin ola y caracol,
sin los besos salobres, sin besos marineros,
sin la sangre en función de mar y sol.
Este sol es muy frío
para un amor que tiene costumbre de alcatraz.
¡El amor tuyo y mío
no puede aclimatarse en el pinar!
Le digo adiós. No vive de néctar y resinas
el amor que es oriundo del alga y de la sal.
¡Cómo quieres que viva si las aves marinas
caen muertas el día que se alejan del mar!

JAIME FONTANA    (Honduras, Color naval y otros poemas 1972)

Como si fuera un rito...
Como si fuera un rito…

Como si fuera un rito…

Como si fuera un rito
dejé por las cubiertas
las ropas que oprimían
mi piel y mis deseos.

En la quietud serena,
oscura, de la noche
quedé desnudo y libre
en actitud de entrega.

Estrellas infinitas
gimieron en mis brazos
y yo gemí con ellas
sediento, enamorado.

Estuve como un dios,
minutos, tal vez horas,
desnudo y voluptuoso
engendrando galaxias.

Los cúmulos trajeron
la lluvia hasta mi pecho
que fue corriendo dulce
en brazos, vientre, sexo…

Desnudo fui tomando
el mundo que dejara
y fui de nuevo el hombre
de los cansados ojos
y las cansadas ansias.

ARIEL CANZANI        ( Argentina )

Como sombra ignorada
Como sombra ignorada

Como sombra ignorada

No tener un regazo que nos brinde, piadoso,
tras los rudos cansancios del humano fracaso,
la ilusoria certeza de un sereno reposo.
¡No tener un regazo!

No tener una estrella cuyos níveos fulgores
en el alma nos rimen la sonata más bella,
en la noche enlutada de los torvos dolores,
¡No tener una estrella!

No tener un perfume redentor del cautivo
corazón, que en las redes del pesar se consume,
con la amarga nostalgia del recuerdo más vivo,
¡No tener un perfume!

No tener una amada, melancólica y buena,
que nos cante, muy quedo, la canción ya olvidada
del amor, y que sepa suavizar nuestra pena…
¡No tener una amada!
Y estar lejos, muy lejos del edén florecido;
y seguir siendo triste, soñador, dolorido,
y pasar por la vida como sombra ignorada,
sin tener para el alma que triunfó del olvido,
¡ni regazo, ni estrella, ni perfume, ni amada!…

Pablo Abril de Vivero    ( Perú 1894-1987)

Contemplación
Contemplación

Contemplación

Me hallé mirando
tu desnudez mojada;
el agua por tu rostro,
el agua por tu pecho
intrépida bajaba.

Como si acaso fueras
por ella poseída
y un hálito indecible
me arrebatara vida.

Uní junto a la tuya,
mi desnudez ardiente;
el agua entonces fría,
acarició mi frente,

me acarició la carne
y el alma ardiente daba
consejos que a mis manos
fogosas ordenaba.

Vagué por tus perfiles,
vagaste por los míos,
sentimos deshacerse
nuestros profundos fríos.

Mientras que escurridiza
y cual testigo muda
el agua nos brindaba
su erotizante ayuda.

FRANCISCO ARGENTEO    (Colombia, 1962)

Cuando ella se viste y se va
Cuando ella se viste y se va

Cuando ella se viste y se va

Cuando ella se viste,
la lenta transformación de un cuadro veo.
Cuando ella se viste mientras llueve
y queda presa en el terrible lacrimario,
destilan sangre las acacias.

Como una criatura carroliana
introduce sus piernas en las medias de cristal,
y los peces de cera crepitan:
acaba de arrojar un puñado de diamantes contra el suelo.

     Se sigue vistiendo
y lenta
transforma su cuerpo.
Su cuerpo es una nave de conquista que surca aguas de nadie;
el trauma corrosivo de la gran ciudad.

Se tambalea el cuarto bajo su paso romano,
mientras una brocha llorosa
pinta de color su indumentaria;
la tristeza del negro para su jersey,
el alegre fresa para su falda de metal.
     Como un áspid el collar se enrolla a su garganta;
son siete vueltas de dolor.
Luego, las oscuras sombras de los ojos,
dibujadas con una línea de carbón
que enarca también las cejas del orgullo.
Así queda la memoria, o el olvido,
en su mirada de ultratumba.

Fuera, en la calle, ha dejado de llover.
     Negros son los zapatos de largo tacón
que impulsan su figura.
     Y tras la última contemplación ante el espejo
resuena la hoja de la puerta y se va.
Se va.
Se ha ido.
Por la calle traspasada de un fuerte olor a tierra y pasto,
camina.
              Queda en la estancia,
entremezclado,
el delicado perfume de rabanne
y reinando en la recia mansedumbre del orden,
el aroma, inextinguible, de su ausencia.

«De Elegía y noviembre de la luz»

LUIS JIMÉNEZ-CLAVERIA       (  España, 1948 )

Dame la mano, amor, que no podemos.
Dame la mano, amor, que no podemos.

Dame la mano, amor, que no podemos…

Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.

Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
                                y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.

Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.

Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.

Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.

Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.

Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

«De este largo viaje hacia la lluvia»

MARÍA LUISA MORA ALAMEDA        ( España, 1959 )

De sólo imaginarme...
De sólo imaginarme…

De sólo imaginarme…

De sólo imaginarme que tu boca
pueda juntarse con la mía, siento
que una angustia secreta me sofoca,
y en ansias de ternura me atormento…

El alma se me vuelve toda oído;
el cuerpo se me torna todo llama
y se me agita de amores encendido,
mientras todo mi espíritu te llama.

Y después no comprendo, en la locura,
de este sueño de amor a que me entrego;
si es que corre en mis venas sangre pura,
o si en vez de la sangre corre fuego…

ALICIA LARDE DE VENTURINO ( El Salvador )

DE PUNTA A PUNTA POR FANNY JEM WONG

DE PUNTA A PUNTA POR FANNY JEM WONG

Tony Bennett duet with Thalia – The Way You Look Tonight (from Viva Duets) ft. Thalia

Tony Bennett duet with Thalia – The Way You Look Tonight (from Viva Duets) ft. Thalia

SELECCIÓN DE POESÍA SENSUAL por FANNY JEM WONG 5

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)

POESÍA SENSUAL

Poema : Abismo
LUIS ARRILLAGA
(España, 1951)
Poema : Abismo
LUIS ARRILLAGA
(España, 1951)

ABISMO DE LUIS ARRILLAGA (España, 1951)

Es un temblor reptando por mis venas
un susurro de notas que nos trajo el olvido
te sueño con angustia despierta en cada calle
y escucho tu canción con el miedo de todos los relojes
me desespero al fin por esta muda sombra que envuelve la
distancia
caminas por el filo de las horas como boca gigante
como engullendo el mundo que todavía me odia
como odiando mis ojos que sólo ven los tuyos en el aire
tiéndeme tu mirada rescátame del fondo
sálame de esta mar enfurecida de esta horrible condena
sólo quiero tu nombre doloroso
guardar para tus manos este ramo de besos infinitos.

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)
Abro la boca para encontrar la lista de sueños…
ROSARIO MURILLO
(Nicaragua, 1951)

Abro la boca para encontrar la lista de sueños…

Abro la boca para encontrar la lista de sueños que
hemos dejado a punto de saltar del tintero. Cierro
los ojos para soñar tus manos
desde entonces
desde que yo soñaba tus manos
esperándolas al anochecer
entre las palmeras y los vidrios rotos
acunados a la par del corazón.
Hace frío
tiemblan las pestañas tu invierno
saltan las madreperlas en vez de los sueños
vuelven sobre el calendario que cuelga detrás de la puerta
escribo yo este poema
pensando en acomodar nuevamente sobre el pecho
un sitio para la esperanza.

ROSARIO MURILLO      (Nicaragua, 1951)

Al filo de la mañana

En una cama en penumbras,
hay dos cuerpos tendidos.
Respiran y libremente fluyen
como el agua muy pura.
Uno al otro se vuelven, y vagan remotos
por sus propias llanuras.
Sin relojes ni prisas, habitantes de sueños
que no logran compartir,
y ambos sienten su lejanía, y al sentirla
se palpan con la mirada.
Luego acuden las manos buscadoras,
dos manos que en la cama forman algo distinto,
algo que no les pertenece, y abre
un espacio sin dueño, vivo organismo
latiendo desprendido en un enlace efímero.
Diez dedos como diez ojos quieren trazar un puente,
por el que nadie pasa ni pasar puede.
La luz del mundo duda todavía en comenzar,
y sólo es cierto, y quizá real,
el calor inseguro de sus cuerpos tendidos.

ANTÓN ARRUFAT           (Cuba, 1935)

Albedrío

Albedrío

De los escombros elige el que te guste.
Hay azules cielo despejado,
para aquellos que sueñan paraísos,
donde la luz no alcanza.
Hay verdes, como el vientre del bosque,
colmados de hojas y de alas.
Los hay rojos, como la sangre
que se vierte en cada guerra, en todo vino.
De los escombros elige el que te guste.
Hay variedad de grises olor a bruma.
El negro escondido en algún rincón de la penumbra.
El blanco páramo.
El que inventa el calor de la canícula.
Puedes llevar los colores del sol y de la flor,
acaso el lila, el magenta, el rosa.
Puedes llevar los colores de la luna y la semilla,
los oscuros colores de la tierra.
Puedes llevar el amarillo-dorado,
como el alba o la tarde,
como fruto maduro,
como ese viento que danza en los trigales.
De los escombros elige el que te guste.
Sólo tú sabes el color de tu miseria.

LUIS HERNANDO GUERRA         (Colombia)

Allí, rubio sofoco de la siesta
Allí, rubio sofoco de la siesta

Allí, rubio sofoco de la siesta…

Allí, rubio sofoco de la siesta,
allí, mujer y espiga, entre las mieses,
allí fueron tus glorias y reveses
y la amapola -el grito- de tu fiesta.
Allí supiste todo lo que cuesta
el dejarse vivir -sin que supieses
que pagabas de más, aunque te dieses
de menos- en el curso de una siesta.
Una tarde de junio, como ésta…
Si, desde allí, donde me aguardas, vieses
de aquel sol tan en alto lo que resta…
Ve, ve, desnuda y sola, en estos meses
de estío, y no en la siesta, ve a la puesta
de sol, a recordar entre las mieses.

JUAN JOSÉ DOMENCHINA       (1898-1960)

Amante fiel
Amante fiel

Amante fiel

Si fueras el pecado y su tragedia,
quien aplica tortura
o simplemente firma los papeles,
si te fueras con otro
o compartieras cama
conmigo y otros hombres,
si fueras de una secta,
monjita de clausura o esclava del Diablo,
si huyeras de mis ojos
y arropases los tuyos
con una causa injusta,
si asesinases a tus padres
o incluso a nuestros hijos,
si mintieses en todo
o fueses tan sincera
que tu palabra hiriese
como daga o venablo.

Si levantases cada minuto
un falso testimonio
sobre mí…

te seguiría amando.

LUIS FELIPE COMENDADOR    (España,  1957)

Amor…
Amor…

Amor…

Vuelves a mí como la luna de noviembre.
Diamante en el color de naranja inmadura,
inmerso en un azul de noche sin distancia.

Vuelves aleteando recuerdos, cenizas sepultadas
en la profundidad de los volcanes. Poemario
sofocado entre rabias y penas y cansancio.

Regresas entre líricos versos sin destino,
con el aliento triste y resignado
del que se sabe preso de otro aliento
imprudente, prohibido, sin reclamos.

Yo me sé pasajera de tu barco sin rumbo.
Tú te sabes huracán de mi calma y mi noche.

Te miraré en la luna, lima limón, inmadura naranja.
Recoge tú la espuma de las olas nocturnas
que hecha espuma, me esconderé en tus manos.

FANNY GARBINI TÉLLEZ ( Argentina )

Amor, amo tus claras mocedades
Amor, amo tus claras mocedades

Amor, amo tus claras mocedades…

Amor, amo tus claras mocedades,
amo, Amor, tu recinto, tu pie leve;
amo tu amor amante, que conmueve
el reino de las tiernas heredades.

Estoy amando el lirio que se atreve
a juntar dos esbeltas soledades,
al que ha sido, en la frente de la nieve,
esposo de las albas suavidades.

Te estoy amando, Amor, con el anhelo
de las torres que radian tus preguntas.
Te estoy amando, mido tu consuelo,

apresuro la herida de tus puntas
y bajo hasta las piedras de mi cielo
para mirar, Amor, tus almas juntas.

ALFREDO CARDONA PEÑA      (Costa Rica, 1917)

Ave del paraíso
Ave del paraíso

Ave del paraíso

Sos como una perdiz empollando, todo
el día en la cama; reina de la indolencia,
cuidando todo el día que no se vaya el calor.

Sacerdotisa mía, panadera,
dame esa hostia para ingresar al cuerpo
de la bondad; andariega, zapato tibio para insultar y acariciar.

Perdiz que viene volando y aterriza y queda suspendida
sobre mi corazón, como una escarapela, como una fiesta
nacional. Sal y harina. Pereza, panadera.

FRANCISCO URONDO      (Argentina,  1930 – 1976)

Canción de la voz florecida

Canción de la voz florecida

Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.

Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
habrá una pena blanca, que no será la luna.

Será una fruta alta, recién amanecida,
una fruta redonda de palabras
sonoras, como un canto:

maravilla sonámbula de un árbol
crecido de canciones, semilla estremecida
en la carne florecida del viento:
-mi voz.

FRANKLIN MIESES BURGOS         (República Dominicana, 1907 – 1976)

Clausura de lujuria
Clausura de lujuria

Clausura de lujuria

El deseo
procura archipiélagos vivos,
desmesura radiante, verdor,
sangre amazona.

Y sólo encuentra enjaulada furia.
Muslos abandonados
sin salario de espuma.

ANA EMILIA LAHITTE         (Argentina)

Como una lenta piedra
Como una lenta piedra

Como una lenta piedra

La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad

Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche sin fronteras
En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome

Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas

Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos de hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño

Soy agua derramada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.

* * * * *

Ahora quiero gritar
Contárselo a mi sombra
A los geranios

Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía

¿A quién descenderán sobre nosotros?
Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?

Piedras descenderán sobre nosotros

Pero habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.

EFRAÍN BARTOLOMÉ      ( México, 1950  )

Confesión

Confesión

Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
Es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando ausente mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta
y ese aliento esencial me sustituye.
Yo huelo a ti.

DARÍO JARAMILLO A.        (Colombia, 1947)

Dame amor, dame olvido, dame tiempo
Dame amor, dame olvido, dame tiempo

Dame amor, dame olvido, dame tiempo

Dame tu pelo, dame
su ramo torrencial de jaspe vivo.
dame tus ojos, dame
sus ópalos en llamas que lastiman.
Dame tus dientes, dame
su brillo en el clavel y su dominio
que contiene el embate de mi lengua.

Dame tu pecho, dame
la copa deleitosa de miel tibia.
Dame tu muslo de oro,
el pubis de violetas y rocío.
Dame tu boca, dame
la oreja de hostia fina,
tu garganta de pájaro celeste.

Dame tus hombros, dame
la cadera caudal y la cintura,
el árbol, la serpiente de tu espalda,
tus piernas que se queman en el frío.
Dame tus uñas, dame
su filo de navaja y media luna
en la secreta oscuridad del cielo.

Dame tus manos largas
que saben anudar tanta delicia.
Tu axila de sal dame,
tus nalgas siempre vivas.
Como el agua cantando, atardeciendo,
como el aire de nieve y aleluya
me sumiré en tu mar, hablará el fuego.

Dame el mar que te habita costa a costa
y la niña fragancia de tus islas,
la campana que tiembla en el crepúsculo,
el sonido despierto, el que anochece.
Dame luz y palabras y silencio.
Dame tiempo y lugar, dame la nada,
dame amor, dame olvido, dame muerte.

FERNANDO GONZÁLEZ-URÍZAR          ( Chile, 1922 )

De repente
De repente

De repente

De repente
se me hace extrañísimo tu nombre,
tu nombre escrito en un pupitre,
esas sílabas muertas
clavadas a la madera
entre rayas, palomas, una mosca,
una estrella, un rostro, un martillo y una hoz.
Tu nombre,
tu nombre hoy tan extraño,
alejado de ti, aquí,  perdido.
Sólo tengo tu nombre en una mesa
en medio del silencio,
solamente esos maragatos sin sentido
y todo este espacio lleno de tu ausencia.
Sólo tengo mi alma destrozada
encima de esta mesa.
Toco la fría madera: estás ausente.
No quedan
huellas de ti en estas letras suicidas,
nada de la mano que las hizo bajo su corteza
nada de ti me queda en esta mañana sin tiempo.
Por qué,
por qué ahora me es tu nombre tan extraño,
por qué semeja sólo un espantajo tuerto,
una máscara vacía colgada de la nada,
una llanura sin dios.
Por qué
ya no te reconozco en tu nombre.
Llegarás de repente y yo ya no tendré
palabras para llamrte.
Tú también sentirás que algo se está rompiendo.

PILAR PALLARÉS            (España, 1857)

Desnudo
Desnudo

Desnudo

tus ojos, lentamente,
entregan bruma o pájaros
de encendido silencio.

El mar vibra en la sombra.

tu cuerpo lentamente
se entreduerme y respira
en el centro del bosque.

La sombra se hace blanca.

en el sueño perdida,
desde los sueños surge
tu más secreta forma.

MARIO HERNÁNDEZ           ( España, 1945 )

Desnuda en la tienda
Desnuda en la tienda

Desnuda en la tienda

No era coqueta
Era fuerte.
June Jordan

Necesito ropa, dijiste. Una blusa
alegre, de color subido. Y fuimos
a la tienda. La chica que nos llevó
a los vestidores se llamaba Tula.
Te queda rico, dijo, te queda de novela.
Nos metimos las dos en esa caja,
entrábamos apenas.

Como no había asientos ni percheros
te ofrecí mis brazos.

Te sacaste el vestido, la campera,
te sacaste la blusa, las hombreras,
te sacaste el turbante, la remera,
te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,
te miraste al espejo y me miraste
y yo vi tu pecho crudo, las costillas
al aire, y después tu corazón
como una piedra, fuerte y fatal
como una piedra.

MARÍA TERESA ANDRUETTO         (Argentina)

Échale a él la culpa
Échale a él la culpa

Échale a él la culpa

¡Brindo por la mujer! ¡Quién pudiera caer en sus
brazos sin caer en sus manos!
Ambrose Bierce

A José María Alvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que en ella se enreda:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso…
y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mí sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.

VICENTE GALLEGO         (España, 1963)

El acorde
El acorde

El acorde

Estás conmigo, amor, en esta cama
que ya no estás: la asimetría,
como un diamante multiplica
la realidad: tu espacio trama
ese vacío -mas entre las sábanas
despojadas, la mente identifica
signos, la cicatriz antigua
de gestos, el olor de una gran playa
de agosto. Aquí vibra conmigo
la arena, el sol que no desciende
a las lágrimas: ¿cuerpo al que la muerte
aísla tras un muro sin sentido?
estás conmigo, amor, no busco nada
-el acorde de dos es una página.

LÁZARO SANTANA,      ( España, 1940 )

El regalo

El regalo

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
-brazo de mar de olas inasibles-

la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.

Un abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que te desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.

Como si el ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;

o dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.

en que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.

CLEMENTINA SUÁREZ        (Honduras, 1906-1992)

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