PRÓLOGO
Tocata
Ritornello
La Música
Desde mi Parnaso amado vengo a vosotros,
ilustres héroes descendientes de reyes,
de los que la Fama imperfectamente relata
vuestros méritos, pues son sublimes.
.
Soy yo, la Música, quien con dulces acentos
sabe apaciguar los corazones alterados
y puede inflamar, de cólera o amor,
los espíritus más fríos.
Cantando a los sones de mi cítara de oro,
acostumbro a alegrar los oídos de los mortales
e incito a las almas a desear fervientemente
la armonía sonora de la lira divina.
Eso me incita a hablaros de Orfeo,
tras cuyo canto marchaban las fieras
e hizo al Infierno siervo de sus ruegos;
gloria inmortal de Pindo y Helicón.
Ahora, mientras alterno cánticos, alegres o tristes,
ningún pájaro se mueva en las ramas,
ninguna onda murmure sobre las orillas
y la brisa suspenda su camino.
Ritornello
PRIMER ACTO
PASTOR
En este día feliz y afortunado
que ha puesto fin
a los tormentos amorosos
de nuestro semi dios,
cantemos, pastores,
con acentos tan suaves
que nuestro concierto
sea digno de Orfeo.
Hoy ha compartido el alma
que antes le era tan altiva
de la bella Eurídice.
Hoy Orfeo ha conocido la felicidad
sobre el pecho de aquella
por la que él tanto ha suspirado
y gemido en estos bosques.
Por consiguiente,
en este día feliz y afortunado…
NINFAS, PASTORES
Ven, Himeneo, ven, de gracia,
y que tu rostro radiante
sea como un sol naciente,
aporte a estos amantes dí
as serenos,
y que se alejen para siempre
los horrores y las sombras
del dolor y de los tormentos.
NINFA
Musas, honor del Parnaso,
amor del cielo,
amable confortamientos
de los corazones desolados
que los acordes de vuestras liras
desgarren el velo negro
de las nubes,
y mientras nosotros invocamos hoy
a Himeneo pidiéndole
que sea propicio a nuestro Orfeo.
Con instrumentos bien afinados,
que vuestro canto
se una al nuestro.
NINFAS, PASTORES
Dejad los montes, dejad los arroyos,
ninfas encantadoras y divertidas,
y pisad con vuestros bonitos pies
estos prados
acostumbrados a los danzantes.
Que el sol contemple aquí
vuestras evoluciones
mucho más bellas que aquellas que,
en las oscuridad de la noche,
las estrellas hacen
alrededor de la luna.
Sí, bellas flores, para honraros,
adornad la cabellera
de estos amantes que,
terminados sus tormento
por fin disfrutan de su felicidad.
Ritornello
PASTOR
Pero tú, noble cantor,
si tus lamentos
han hecho ya llorar
a estos campos,
¿por qué no puedes gozar
el presente al son
de tu ilustre lira,
los valles y las colinas?
Que un canto alegre,
inspirado en el amor,
sea el testigo de tu felicidad.
ORFEO
Rosa del cielo, día del mundo y
digno descendiente
de aquel que rige el universo,
sol, tú, que todo lo rodeas y
que todo lo ves, dime:
¿has visto alguna vez,
en tu carrera entre las estrellas,
un amante más alegre y feliz que yo?
Fue muy feliz, el día, amor mío,
en que te vi por primera vez,
y más feliz la hora
en la que suspiraba por ti,
porque tus suspiros
respondieron a los míos.
Fue muy feliz el momento
en que tú me tendiste
tu blanca mano
como prenda de la pureza de tu fe.
Si hubiese tenido tantos corazones
como ojos tiene el cielo eterno y
vegetación esas amables colinas
en el verde mes de mayo,
todos hubieran sido colmados y
desbordados por el placer
que me proporcionó, ese día,
la felicidad.
EURÍDICE
Yo no sabría decir
cuánta alegría,
Orfeo, me has proporcionado,
pues mi corazón no está conmigo,
sino contigo,
en compañía del amor.
Pregúntale, pues,
si quieres saber lo feliz que es y
cuánto te ama.
NINFAS, PASTORES
Dejad los montes,
dejad los arroyos, …
Ven, Himeneo, ven, de gracia…
Ritornello
PASTOR
Pero si nuestra felicidad
viene del cielo,
como viene del cielo
cuanto nos acontece,
es lógico que nosotros
le ofrezcamos con devoción,
incienso y votos.
Que cada uno dirija, pues,
sus pasos hacia el templo,
para rezar a aquel que
tiene en las manos,
el destino del mundo,
para que nos conserve nuestra
felicidad durante mucho tiempo
Ritornello
PASTORES
Que ninguno se abandone,
por desesperación,
a la tristeza que
a veces nos asalta
y puede amargar nuestra vida.
Ritornello
NINFA, PASTORES
Pues una vez que las negras nubes,
llevando en su seno
una terrible tempestad,
han conmovido al mundo,
el sol más claro
lanza sus rayos luminosos.
Ritornello
PASTORES
Y después del áspero frío
del invierno desnudo
la primavera vuelve a vestir
de flores el campo
NINFAS, PASTORES
Ved a Orfeo, para quien
los suspiros eran la comida
y las lágrimas la bebida,
hoy es tan feliz
que no desea nada más.
SEGUNDO ACTO
Sinfonía
ORFEO
Vuelvo a vosotros,
queridos bosques y ríos amados
que debéis vuestra felicidad
al sol,
el que hace días de mis noches.
Ritornello
PASTOR
Mira, Orfeo,
que maravillosa sombra
dan estas hayas, ahora que Febo
envía rayos de fuego
desde el cielo.
Ritornello
Descansemos sobre estas verdes
orillas y que cada uno,
de diferente manera,
mezcle su voz con el murmullo
de las ondas.
Ritornello
DOS PASTORES
Sobre este prado adornado
todas las divinidades silvestres
acostumbran a tener
a menudo alegres asambleas.
Ritornello
Aquí se le oyó a Pan,
el dios de los pastores,
evocar con tristeza y dulzura
sus infortunados amores.
Ritornello
Aquí se ha visto
a las graciosas Napes,
grupo siempre florido,
coger rosas con sus blancas manos.
NINFAS, PASTORES
Haznos, pues, dignos, Orfeo,
del sonido de tu lira.
Estos campos donde se respiran
suaves aromas.
Ritornello
ORFEO
¿Recordáis, sombríos bosques,
mis crueles y largos tormentos,
cuando las rocas, llenas de piedad,
respondían a mis lamentos?
Ritornello
Decid, ¿no os he parecido
la criatura más desesperada?
Ahora la suerte ha cambiado
y ha transformado
mis penas en alegrías.
Ritornello
He vivido triste y desgraciado.
Ahora me alegro y los sufrimientos
que he padecido,
durante tantos años,
me hacen más querida
la felicidad presente.
Ritornello
Es sólo por ti, bella Eurídice,
que yo bendigo mi tormento.
Después del dolor
se está más contento,
después del mal se es más feliz.
PASTOR
Mira, agraciado, Orfeo,
mira los bosques y los prados
que ríen a tu alrededor.
Sigue, pues, haciendo
más dulce el aire
con el plectro de oro,
en estos días tan felices.
LA MENSAJERA
¡Ah, suerte funesta!
¡Ah, destino bárbaro y cruel!
¡Ay, estrellas despiadadas!
¡Ay, cielo inexorable!
PASTOR
¿Qué tristes sonidos
vienen a turbar nuestra alegría?
LA MENSAJERA
¡Ay, desdichada de mí!
¿Cuando Orfeo alegraba al cielo
con sus cánticos,
le traspasó el corazón
con mis palabras?
PASTOR
Es la gentil Silvia,
la dulce compañera
de la bella Eurídice,
oh, qué aspecto más doloroso tiene.
¿Qué ha pasado?
Por favor, Dioses todopoderosos,
no apartéis de nosotros
vuestra mirada protectora.
LA MENSAJERA
Pastor, deja de cantar,
toda nuestra alegría
se ha vuelto duelo.
ORFEO
¿De dónde vienes?
¿A dónde vas?
Ninfa, ¿qué mensajes nos traes?
LA MENSAJERA
A ti vengo, Orfeo,
infortunada mensajera
del acontecimiento
mas terrible y funesto.
Tu bella Eurídice…
ORFEO
¿Ay, qué estoy oyendo?
LA MENSAJERA
Tu esposa querida, está muerta.
ORFEO
¡Ay!
LA MENSAJERA
En un prado florido,
con sus compañeras, cogía flores
para hacer una guirnalda
para su cabellera,
cuando una serpiente pérfida,
escondida en la hierba,
le mordió el pie
con sus dientes venenosos.
De repente, su hermoso rostro
palideció y se fue de sus ojos
el brillo que envidiaba el sol.
Entonces todos nosotros,
horrorizados y llenos de tristeza,
la rociamos, tratando de retener
su espíritu que desfallecía,
con agua fresca y
potentes fórmulas mágicas.
Pero todo fue en vano,¡ay!,
pues ella abrió
sus ojos agonizantes
y llamando a Orfeo,
después de un profundo suspiro,
expiró en mis brazos,
y yo quede con el corazón
lleno de piedad y de espanto.
PASTOR
¡Ah, suerte funesta!
¡Ah, destino bárbaro y cruel!
¡Ay, estrellas despiadadas!
¡Ay, cielo inexorable!
SEGUNDO PASTOR
Con esta amarga noticia
el infortunado parece
una piedra muda,
al que el dolor le impide,
incluso, quejarse.
Ay, habría que tener un corazón
de tigre o de oso,
para no apiadarse de tu pena.
Has sido privado de tu bien,
amante desgraciado.
ORFEO
Tu estás muerta, mi vida,
¿y yo respiro?
¿Me has dejado
para no volver jamás,
y yo sigo aquí?
No, si mis versos tienen
algún poder,
no temeré descender
a los más profundos abismos
y, tras ablandar el corazón
del rey de las sombras,
yo te llevaré
a que vuelvas a ver las estrellas.
Y si un destino cruel me lo niega,
me quedaré contigo
en compañía de la muerte.
Adiós, tierra,
adiós, cielo y sol, adiós.
NINFAS, PASTORES
¡Ah, suerte funesta!
¡Ah, destino bárbaro y cruel!
¡Ay, estrellas despiadadas!
¡Ay, cielo inexorable!
No te fíes, mortal,
de la felicidad efímera y frágil
que no tarda en irse, pues a menudo,
muy cerca de la cima,
está el precipicio.
LA MENSAJERA
Pero yo, cuyas palabras
han trasmitido la fatal noticia
que ha herido el corazón
del enamorado Orfeo,
odiosa para los pastores y
las ninfas,
odiosa para mí misma,
¿dónde me esconderé?
Lechuza funesta,
evitaré siempre la claridad del día
en un antro solitario,
llevaré una vida
acorde con mi dolor.
Sinfonía
PASTORES
¿Quien nos consolará, tan
infortunados como somos?
¿Quién transformará nuestros ojos,
en fuente viva,
para poder llorar como conviene
en este triste día,
tanto más triste
cuanto había sido feliz?
Hoy una suerte cruel ha apagado
los dos astros más brillantes
de nuestros bosques,
Eurídice y Orfeo,
ella picada por la serpiente,
él traspasado por el dolor, ay, ay.
NINFAS, PASTORES
¡Ah, suerte funesta!
¡Ah, destino bárbaro y cruel…
PASTORES
Pero ¿dónde está? ¡ay!,
¿dónde está ahora
de la infortunada ninfa
el bello cuerpo helado
morada digna de la noble alma
que le había elegido
y del que ella se fue
en la flor de sus días?
Vayamos, pastores,
vayamos piadosamente a buscarlo
y aportemos al menos
el tributo de lágrimas amargas
debido a ese cuerpo privado de vida.
PASTORES
Ah, suerte funesta,
ah, destino bárbaro y cruel…
Ritornello
LA FAVOLA d’ORFEO
ACTO TERCERO
Sinfonía
ORFEO
Bajo tu protección Esperanza,
mi deseada, único bien
de los mortales afligidos,
yo he alcanzado
el triste y tenebroso imperio
donde jamás penetrarán
los rayos del sol.
Eres tu, mi compañía y guía,
quien has conducido sobre estos
caminos extraños y desconocidos
mi paso débil y tambaleante,
tan bien, que hoy todavía espero
volver a ver esos ojos queridos
que aportan luz a los míos.
LA ESPERANZA
Aquí está el horrible pantano,
el barquero que transporta
las almas a la otra orilla,
allí donde Plutón reina
sobre el vasto imperio de sombras.
Más allá de esta negra marisma,
más allá del río,
en estas extensiones desoladas,
lugares de llantos y dolor.
El destino cruel esconde y
retiene tu bien más querido.
Ahora necesitas coraje y
hermoso canto.
Yo te he conducido hasta aquí
y no debo acompañarte más lejos,
una ley severa lo prohíbe.
Una ley grabada con hierro
en la piedra dura
del horrible umbral
del reino de las profundidades,
anuncia en estos términos
su terrible sentido.
Los que entren,
que abandonen toda esperanza.
Si estás firmemente decidido
en tu corazón a entrar
en la ciudad de la aflicción,
yo me voy lejos de ti
y vuelvo a mi estancia familiar.
ORFEO
¿Dónde, pues, ay, te vas,
única ternura reconfortante
de mi corazón?
Cuando, no lejos,
después de un largo camino,
descubro el puerto,
¿por qué te vas y me abandonas,
infortunado de mí,
en este peligroso momento?
Que bien me queda
si te vas, muy dulce Esperanza?
CARONTE
A ti que, temerario,
desafiando la muerte,
te acercas a estas riberas,
detén aquí tus pasos.
No está permitido a los mortales
romper estas olas,
los vivientes no pueden
permanecer con los muertos.
¿Acaso quieres tú,
enemigo de mi maestro,
apartar a Cerbero
de las puertas del Tártaro?
¿Acaso estás intentando,
inflamado el corazón de un
impúdico deseo,
raptar a tu querida esposa?
Pon fin a esta loca audacia,
mi barca jamás ha llevado
a ningún mortal,
mi corazón conserva
antiguos ultrajes
y una justa cólera.
Sinfonía
ORFEO
Poderoso espíritu y gran divinidad
sin que el alma despojada
de su cuerpo espere en vano
pasar a la otra orilla.
Ritornello
Hacia ella, a través
de las tinieblas,
yo he caminado,
y no hacia el infierno,
pues en todas partes donde hay
belleza se encuentra el paraíso.
Ritornello
Soy yo, Orfeo, quien sigue
los pasos de Eurídice a través
de estas llanuras tenebrosas
a las que jamás llagará
mortal alguno.
Ojos amados, luz serena,
si una sola de vuestras miradas
puede devolverme la vida,
¿quien negará el reconfortamiento
a mis penas?
Tú sólo, noble dios,
puedes socorrerme,
tú no tienes nada que temer,
pues con una lira de oro
no poseo otras armas
que suaves acentos
contra los que un alma severa,
en vano, se endurecerá.
CARONTE
Tu me adulas
alegrando mi corazón,
inconsolable cantor,
por tus llantos y tu canto.
Pero que se mantenga lejos de mí,
extranjero en mi corazón,
una piedad, en verdad,
poco digna de mi dignidad.
ORFEO
¡Ay, desgraciado amante!
¿No me está permitido esperar
que los habitantes del Averno
escuchen mis plegarias?
¿Sombra errante de un desgraciado
cuerpo sin sepultura,
yo seré, pues,
privado del cielo y del infierno?
Así, una suerte cruel quiere
que lejos de ti, mi bien amado,
¿clame en vano tu nombre
y me consuma
en plegarias y llantos?
Devolvedme mi bien,
dioses del Tártaro.
Sinfonía
El duerme, y si mi lira
no despierta la piedad
en este corazón endurecido,
mis cantos hacen,
al menos,
que sus ojos no puedan
resistir al sueño.
Vamos pues, ¿por qué tardar más?
Es momento de abordar
la otra orilla
ya que nadie me lo puede impedir.
Utilicemos la audacia allí
donde las plegarias no sirvieron.
La ocasión es una bella flor
que debe ser recogida a su hora.
Mientras mis ojos vierten
torrentes de lágrimas amargas
devolvedme mi bien,
dioses del Tártaro.
Sinfonía
ESPÍRITUS DEL INFIERNO
El hombre no intenta nada en vano
y contra él la naturaleza
no sabe armarse.
A pleno sol, labora los campos,
removidos de la tierra,
los siembra.
De sus esfuerzos obtiene
una cosecha dorada.
Así, porque viva
el recuerdo de su gloria,
la fama no cesa de hablar
de aquel que,
sobre una débil embarcación,
ha domado las olas
y desdeñado el furor
de Autano y Aquilón.
Sinfonía
CUARTO ACTO
PROSERPINA
Señor, este desgraciado,
que va clamando
el nombre de Eurídice
a través de estos campos
de la muerte y cuyas dulces
lamentaciones acabas de oír,
me llena el corazón de tanta
compasión que todavía,
una vez más,
vengo a implorarte
que escuches sus plegarias.
Por favor, si alguna vez estos ojos
te han concedido
la dulzura del amor,
si alguna vez te ha agradado la
pureza de esta frente que tu llamas
tu cielo y sobre la que
me has jurado que no envidias
la suerte de Júpiter,
yo te imploro, por este amor,
cuyo ardor inflama tu alma generosa,
que hagas que Eurídice vuelva
a gozar de los días,
que vuelva a pasearse por
las fiestas y los campos,
y consuele los llantos
del desgraciado Orfeo.
PLUTÓN
Aunque una suerte severa e
inmutable se opone, esposa,
a tus deseos,
que nada le sea negado
a tanta belleza aliada
con tantas plegarias.
A pesar del fatal decreto,
Orfeo volverá a encontrar
a su querida Eurídice.
Pero en tanto que sus pies no hayan
cesado de pisar estos abismos,
no deberá dirigir hacia ella
sus ojos impacientes,
pues una sola mirada
le condenaría
a perderla para siempre.
Así lo decido.
En mi reino, heraldos y ministros,
pregonad mi orden,
para que Orfeo la oiga
y Eurídice la oiga
y que nadie espere cambiarla.
ESPÍRITUS DEL INFIERNO
Oh, poderoso rey de los habitantes
de las sombras eternas,
que tu orden sea una ley
para nosotros,
pues buscar otras razones secretas
a tu voluntad, no es digno
de nuestros pensamientos.
Llevará Orfeo a su esposa
lejos de estas horribles cavernas,
¿su razón se impondrá
al juvenil ardor del deseo,
y no olvidará el mandato?
PROSERPINA
¡Te doy mil gracias
por el noble don
de haber ejecutado mis deseos,
amable señor!
¡Bendito sea
el día que te conocí!
¡Bendito sea el rapto
y el pequeño engaño pues,
para mi felicidad,
te gané
perdiendo el sol!
PLUTÓN
Tus suaves palabras
reviven en mi corazón
el viejo placer del amor;
que tu alma no aspire más que
a los placeres celestes
para los que abandonarás
el lecho conyugal.
ESPÍRITUS DEL INFIERNO
La piedad y el amor
han triunfado hoy en los infiernos.
Aquí está el noble cantor
que conduce a su esposa
hacia los espacios superiores.
Ritornello
ORFEO
¿Qué honor es digno de ti,
mi toda poderosa lira,
tú que, en el reino del Tártaro,
has podido enternecer
todos los corazones de piedra?
Ritornello
Tendrás un lugar entre
las más bellas imágenes celestes
y a tus acordes las estrellas
danzarán en torno tuyo
con ritmos suaves y lentos.
Ritornello
Yo, rebosante de felicidad,
gracias a ti,
veré el rostro amado,
y sobre el regazo puro de mi esposa,
reposaré hoy.
Pero mientras canto, ay,
¿quien me asegura
que ella me sigue?
Ay, ¿qué me oculta
la dulce luz de sus ojos queridos?
¿Quizás, picados por la envidia,
las divinidades del Averno.
Para que yo no sea
plenamente feliz aquí abajo,
me privan de vuestros ojos,
bienaventurados, alegres luces,
que con una sola mirada
pueden colmar de felicidad?
Pero ¿qué temes, corazón mío?
Es que lo ha prohibido Plutón,
a ruego del Amor.
A una divinidad tan poderosa,
que vence a hombres y dioses,
yo debo obedecer.
(Se oye un estrépito
fuera de escena)
Pero ¿qué oigo, ay?
Serán las furias locas del amor
que se arman contra mí de rabia
para quitarme mi bien?
¿Lo consentiré?
Oh dulces luces, yo os veo,
pero ¿que eclipse, ay,
os oscurece?
UN ESPÍRITU
Has incumplido la ley
y no eres digno de gracia.
EURÍDICE
Ay, qué visión tan dulce
y tan amarga;
¿me has perdido
por exceso de amor?
Y yo, desgraciada, pierdo
la capacidad de gozar
de la luz y de la vida,
y al mismo tiempo
te pierdo también a ti, a ti,
mi bien más querido
y mi esposo.
ESPÍRITUS DEL INFIERNO
Vuelve a las sombras de la muerte,
desgraciada Eurídice,
no esperes volver a ver los astros,
pues en lo sucesivo
el infierno será
sordo a tus plegarias.
ORFEO
¿Te vas, vida mía?
Yo estoy aquí y te sigo,
pero, ¿qué me lo impide, ay?
¿Es un sueño o un espejo?
¿Qué fuerza oculta
me arrastra a la fuerza
lejos de estos horrores,
de estos horrores queridos.
Y me conduce hacia la luz odiada?
Sinfonía
ESPÍRITUS DEL INFIERNO
La virtud es un rayo
de la belleza celeste,
la cualidad suprema del alma
a la que da sólo su precio.
No teme el ultraje del tiempo;
al contrario, los años resaltan
su esplendor en el hombre.
Orfeo venció al infierno
y fue vencido por su pasión.
Sólo será digno
de una gloria eterna
aquel que consiga la victoria
sobre sí mismo.
Sinfonía ACTO QUINTO
Ritornello
ORFEO
Estos son los campos de Tracia,
y el lugar en el que mi corazón
fue traspasado de dolor
por la amarga noticia.
¿Sin esperanza
de volver a las plegarias,
los llantos y los suspiros
la felicidad perdida,
qué otra cosa puedo hacer
que dirigirme a vosotros,
tiernos bosques ,
a vosotros que habéis aportado
paz a mi tormento,
cuando rogué al cielo
que compartierais, por piedad,
mi sufrimiento?
Vosotros habéis gemido y llorado
¡oh montes y peñascos!
a la salida de nuestro sol,
y yo, con vosotros,
siempre lloraré,
siempre estaré con dolor y lágrimas.
EL ECO
¡Y lágrimas!
ORFEO
Gentil eco amoroso,
tú que, inconsolable,
quieres consolarme de mi dolor,
aunque mis lágrimas
hayan transformado mis ojos
en fuentes,
en mi profunda desgracia,
todavía no he llorado bastante.
EL ECO
¡Bastante!
ORFEO
Aunque tuviera
los ojos de Argo
y llenaran un océano de lágrimas,
no sería suficiente
a tantos males.
EL ECO
¡Males!
ORFEO
Si tu tienes piedad
de mi sufrimiento,
te agradeceré tu benevolencia.
Pero mientras yo me lamento,
por favor, ¿por qué no me respondes
más que con las últimas palabras?
Respóndeme enteras mis plegarias.
Pero tú, mi amada,
si jamas volverá tu sombra fría
a estas alegres orillas,
recibe de mí
este último himno de alabanza,
pues yo te consagro
mi lira y mi canto.
Como otras veces,
sobre el altar de tu corazón,
te ofrezco en sacrificio
mi alma inflamada.
Fuiste bella y sabia,
el cielo amable te había colmado
de todas las gracias,
mientras que con otros
fue avaro en sus dones.
Es justo que todos pronuncien
tus alabanzas,
pues tú abrigabas,
en tu bello cuerpo,
un alma todavía más bella.
Las otras mujeres
son altivas y pérfidas
para con sus adoradores,
no tienen piedad, inconstantes,
privadas del noble sentido
y de nobles pensamientos,
en justo titulo no se les alaba
sus acciones;
es por lo que jamás
ningún otro Amor
me horadará el corazón
con su flecha de oro.
Sinfonía
(Hasta aquí el libreto de 1607)
(La versión de 1609 continua
como sigue:)
APOLO
¿Por qué, hijo mío,
te abandonas así
a la cólera y al dolor?
No es, no, propio
de un alma generosa
servir a sus pasiones;
te veo amenazado
por la vergüenza y el peligro,
por eso acudo al cielo
para que acuda en tu socorro.
Pero ahora escúchame
y tendrás gloria y vida.
ORFEO
Padre generoso, me encuentras en
un momento peligroso.
La cólera y el amor
me habían conducido,
con el exceso del dolor,
a la más profunda desesperación.
Pero aquí estoy,
atento a tus palabras,
Padre celestial:
muéstrame tu voluntad.
APOLO
Estabas demasiado contento
con tu feliz suerte;
ahora lloras demasiado
la amarga dureza de tu destino.
¿Todavía no sabes que aquí abajo
nada da la alegría eterna?
Si quieres gozar la vida inmortal,
ven conmigo al cielo,
que yo te invito.
ORFEO
¿No veré jamás los dulces ojos
de mi querida Eurídice?
APOLO
En el sol y en los astros
tú reconocerás su bella imagen.
ORFEO
De un padre tan sublime
sería un hijo indigno
si no siguiera tu afectuoso consejo.
APOLO Y ORFEO
(Se elevan hacia el cielo cantando)
Elevémonos hacia el cielo cantando,
allí donde la virtud sincera
obtiene en recompensa digna de ella
el placer y la paz.
Ritornello
PASTORES
Vete, Orfeo, plenamente feliz,
a gozar de los honores celestiales
allí donde jamás falta el bien,
allí donde jamás existe el dolor,
mientras que sobre nuestros altares
nosotros te ofrecemos,
en la alegría y en la devoción,
incienso y votos.
Como aquel que responde
sin reservas a la llamada
de los dioses eternos,
como quien ha sufrido
aquí abajo el infierno
obtiene el cielo y la gracia.
El que siembra en las pruebas
recogerá los frutos
de todas las gracias.